De Mendiguren presentó una línea de créditos en Mar del Plata y se topó con la bronca de los astilleros. El sector clama por dólares

Un paquete de mil millones de pesos para créditos -con tasas subsidiadas y garantías estatales- para la construcción de buques en astilleros nacionales no alcanzó para disipar el mar de fondo que existe en la industria naval argentina por las restricciones a las importaciones que genera la falta de divisas y los problemas de competitividad que surgen de la macroeconomía.
El secretario de Industria, José De Mendiguen, presentó el viernes en Mar del Plata una línea de créditos de la banca estatal a través de los bancos Nación (BNA), Provincia y de Inversión y Comercio Exterior (BICE), para la construcción de embarcaciones en astilleros nacionales que permite financiar al sector a tasas del 60%. Además, agrega un subsidio que les deja un crédito al 40% de interés anual. El funcionario estuvo acompañado por la presidenta del BNA, Silvina Batakis, su par del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Juan Cuattromo, y autoridades del BICE.
“Aunque los créditos son muy bienvenidos, De Mendiguren no trajo la respuesta que el sector de industriales y armadores necesitamos. Estamos construyendo barcos que no se pueden terminar por las trabas a las importaciones”, aseguró una fuente representativa del sector que estuvo presente en el acto que se realizó en el Astillero SPI de Mar del Plata.
Le apuntan directo al ministro de EconomíaSergio Massa, y defenestran al secretario de Comercio, Matías Tombolini, y el funcionamiento del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA). Aseguran que el proceso de renovación de la flota pesquera -impulsada por el crecimiento del recurso del langostino que se registró en el mar Argentino- está amenazado directamente por la falta de dólares para importar, la distorsión de precios según el tipo de dólar con el que puedan operar y la pérdida de competitividad de todo el sector.
Cuando terminó el anuncio, el empresariado se amontonó para presentar sus expedientes retrasados. Una embarcación que se construye en un astillero nacional contiene un 35% de componentes importados. Entre ellos, por ejemplo, el motor.
Las pymes proveedoras de los astilleros también sufren la falta de acceso a las divisas para adquirir partes y piezas. Cuentan que no pueden terminar un guinche de pesca porque les impiden importar las bombas que necesitan para fabricarlo. Lo mismo les ocurre a los astilleros que hacen reparaciones de embarcaciones, que no consiguen los respuestos.También la chapa naval es importada de China o Brasil. En 2022, el entonces ministro de Producción Matías Kulfas anunció que la pyme santafesina Laminados Industriales, del grupo italiano Beltrame, comenzó a producir acero Grado A, un componente esencial para la actividad y desarrollo de la industria naval. Sin embargo esa chapa no está certificada para su uso en embarcaciones.

“Hay serios problemas de importación, no se puede cotizar un trabajo porque no se sabe con qué dólar se va a operar. No estamos en una fiesta como dijo De Mendiguren, es un problema macroeconómico. La culpa no es del Gobierno, el Estado ayuda con créditos”, aseguró a Letra P Hugo Orbregozo, titular del astillero necochense Aloncar. “Tenemos que comercializar barcos a valores competitivos, no puede ser que salga más barato construir en España que acá”, añadió.

Por su parte, el dueño del astillero SPI, Horacio Tettamanti, reconoció el trabajo de De Mendiguren “que otorga financiamiento, que reconoció los problemas serios que genera la imposibilidad de ingresar las partes y piezas para construir los barcos”, pero fue muy duro directamente con el presidente Alberto Fernández. “Para un capitán que no sabe a qué puerto dirigirse, ningún viento le es favorable”, lanzó. Tettamanti fue subsecretario de Puerto y Vías Navegables en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Memoria naval

El sector de la industria naval atraviesa una paradoja. Tiene la atención del Gobierno, que generó una mesa de diálogo -de donde surgieron los créditos- y que es consecuente y estricto, por ejemplo, para impedir la importación de embarcaciones pesqueras usadas, que compiten con ventaja contra las de fabricación nacional. Simultáneamente, siente que le sueltan la mano antes de llegar.

El sector recuerda con rencor que diez días después de su asunción como presidente, Mauricio Macri aprobó la importación de 25 buques remolcadores y que más tarde vetó 20 artículos de la actual ley de impulso a la industria naval. Consideran que la mutiló hasta transformarla en letra muerta. Para bien, recuerdan que fue Macri quien rubricó en febrero de 2019 el DNU 145 que fijó pautas para que la renovación de la flota pesquera se efectúe en astilleros locales.

Las tensiones involucran por igual a los dueños de los astilleros, que construyen los barcos, empresas como ContessiDe Angelis, SPI, Astillero Paraná Sur, Aloncar y a los armadores, que tienen las flotas pesqueras y sufren la distorsión de los presupuestos que recibieron cuando encargaron los barcos por la inflación. Entre estas firmas se encuentran Solimeno Moscuzza de Mar del Plata y también toda la flota de armadores de Chubut.

Dos realidades

La industria naval atraviesa dos realidades. Quienes trabajan para las navieras que transportan por la Vía Navegable Troncal (VTN) del Paraná que siguen en el proceso de instalarse en Paraguay, la pérdida de la bandera implica menos trabajo nacional.

Sobre ese punto, Tettamanti es lapidario con las políticas nacionales. “No se puede pensar una industria naval argentina divorciada del complejo marítimo fluvial al que pertenece en forma sistémica con las vías navegables los puertos y la flota de bandera. El Gobierno no tiene ni plan ni estrategia geopolítica”.

La contracara de los astilleros de la hidrovía son las empresas que producen para el sector pesquero, donde los contratos se multiplican a raíz del crecimiento exponencial del langostino. La necesidad de reemplazo de barcos es sinónimo de demanda creciente. También el hundimiento de los pesqueros Rigel y Repunte en 2017 y 2018, con 20 marineros muertos, generó conciencia sobre la necesidad del recambio de flota.

Fuente: Letra P

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