Los inconvenientes para sumar divisas no son algo nuevo y, como una vieja película. hoy se repiten peligrosamente
Por Francisco Rinaldi (La Nueva Provincia)
En Argentina, los dólares nunca alcanzan. Y eso es un gran problema en un país donde se necesitan divisas, indispensables para abastecer a una industria ávida de insumos para producir, y los continuos avatares cambiarios inciden, directa o indirectamente, sobre los precios de los bienes que los argentinos consumimos de manera habitual, como los alimentos básicos.
Así, en los primeros cinco meses del año, el superávit comercial, esto es, la diferencia entre las ventas y las compras externas de bienes, que totalizó 3.268 millones de dólares, de acuerdo con datos del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), desde marzo de 2022, mes y año en que se volvió a firmar una segunda versión del acuerdo con el FMI, fue totalmente insuficiente para afrontar los 26.735 millones de dólares que se fueron por las diferentes “canillas” de divisas.
¿Y para dónde drenaron esas canillas? Uno de los chorros más fuertes fue el déficit comercial de servicios, que restó, de acuerdo con el MATE, 6.605 millones de dólares desde marzo de 2022 a mayo de 2023.
En tanto, los pagos de la deuda pública fueron una salida aún más importante, ya que consumieron U$S 8.244 millones durante el período considerado. La deuda privada hizo lo propio, pero con U$S 4.917 millones.
Sobre este último punto, una aclaración: los pasivos privados están “pisados” desde hace varios meses, toda vez que el BCRA exigió a las empresas refinanciar sus deudas con acreedores extranjeros, a fin de evitar una salida de divisas mayor. De no haber sido así, el chorro de la canilla hubiese sido mucho mayor.
Sumando los 4.908 millones de dólares que compró el sector privado con motivo de atesoramiento y los 2.061 millones de “otras fuentes”, la salida total de divisas de marzo de 2022 a mayo del corriente suma los 26.735 millones de dólares mencionados
Cuentas que no cierran
El comercio exterior argentino es totalmente clima dependiente, ya que la actividad agroexportadora es la principal proveedora de divisas. Y aquí se nota como los factores climáticos le jugaron una muy mala pasada a la actual administración, ya que, más allá de la mala praxis: en los primeros cinco meses del año, el INDEC estimó una merma en las exportaciones del 22% interanual.
Del lado de las importaciones el derrotero fue diferente, con una caída acumulada del 6,3%, lo que se consiguió gracias a las restricciones que pesan sobre el comercio exterior argentino, implementadas a través del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA). El ya conocido y tantas veces reversionado cepo cambiario, que impide la libre compra de divisas para atesorar a personas y empresas, junto con las forzadas postergaciones de pagos de deuda privada al exterior, completan el cuadro.
El corolario de este situación se siente en las reservas del Banco Central, las que, de acuerdo con algunos economistas, están en bajísimos niveles y hasta son negativas si se restan algunos conceptos que la autoridad monetaria considera como reservas propias, pero que no lo son en sentido estricto, como el swap chino y los encajes sobre los depósitos en dólares entre otros.
Contar con reservas menguantes es el talón de Aquiles del gobierno actual y lo seguirá siendo para quien aspire a sucederlo. Esperemos que alguien haya sacado bien las cuentas.