Al día siguiente de asumir la presidencia de la primera potencia económica y militar del mundo, el señor Trump incluyó a España entre los BRICS. Cualquiera puede equivocarse, pero un error de ese tipo en un presidente de los Estados Unidos es algo que ha ocurrido con demasiada frecuencia en la historia.
Todo lo cual hace dudar sobre cómo se planteará la situación del comercio mundial a breve plazo. Ya lo demostró en su primer mandato: el señor Trump es contrario a los acuerdos comerciales que tanto imperan por todo el mundo (modificó sustancialmente al NAFTA, el acuerdo con Canadá y México, a favor de su país), tiende al mismo tiempo a elevar los aranceles de importación y las medidas proteccionistas no arancelarias, a instalar políticas destinadas al regreso de las inversiones que se han ido a otros países, así como declaraciones de verdadero cuño imperialista como lo son sus declaraciones sobre injerencia y hasta apropiación de dominio en sus vecinos y aliados: Canadá, México, Panamá y hasta ¡Groenlandia!.
Al mismo tiempo, se va de alguna manera consolidando una oposición que conforma básicamente China, junto a Rusia, Corea del Norte e Irán. Un capítulo aparte es la Unión Europea con la que también parecen iniciarse conflictos en el área comercial. Es posible entonces que los supuestamente damnificados por la nueva política comercial norteamericana vayan uniéndose por la comunidad de sus intereses.
Los países europeos, India, Malasia, México y hasta los miembros del Mercosur ya están pensando en alguna forma de alianza ante la nueva política económica proteccionista de los norteamericanos. Quizá eso motivaría la concreción tan esperada en las últimas décadas de un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. También una profundización del acuerdo del Mercosur con la India. Los europeos ya están previendo una caída en sus exportaciones a Estados Unidos por la suba de aranceles y las restricciones no arancelarias que seguramente se pondrán en vigencia muy pronto.
Por otra parte, los presidentes de Rusia y de China acaban de firmar una alianza estratégica, al día siguiente de la asunción del presidente Trump. Todo lo cual significa que los principales competidores de los Estados Unidos se unen para formar un frente común.
¿Y la Argentina? Las buenas relaciones entre ambos presidentes, crea la interrogante de si tal situación será beneficiosa para nuestro país o no. El tiempo lo dirá. Pero ya se ha adelantado la voluntad del Ejecutivo argentino de firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos haciendo caso omiso de la decisión del Mercosur que no permite realizarlo.
Tales intenciones negociadoras pueden tener algunas dificultades insalvables. Una de ellas es que mientras el presidente Trump es proteccionista a ultranza y además contrario a la realización de acuerdos de libre comercio, el presidente Milei aparentemente es todo lo contrario: aperturista, rebaja aranceles, atenúa las exigencias para aplicar los derechos antidumping a las mercaderías importadas y otras medidas que está por demás claro no son compartidas por su par norteamericano. Pero, al mismo tiempo puede haber seguramente intereses comunes como, por ejemplo, que la Argentina reciba nuevas inversiones provenientes de los Estados Unidos.
Ya existen, desde hace años, acuerdos de ese tipo entre Estados Unidos y varios países latinoamericanos. Que se sepa en ninguno de esos casos los países latinoamericanos han expresado que hacerlo haya sido un mal negocio para ellos. Todo lo contrario. Hasta Nicaragua exporta bien por el CAFTA a la gran potencia del Norte, junto a otros países centroamericanos.
En principio ningún acuerdo es en lo previo ni bueno ni malo. Todo depende de los términos que se acuerden, especialmente respecto a los productos incluidos, las rebajas o exoneraciones del pago de derechos de importaciones, las restricciones no arancelarias permitidas y las demás medidas que no perjudiquen, sino que beneficien a ambas Partes.
Por Carlos Canta Yoy