La política comercial implementada por el gobierno de Donald Trump, que incluyó una serie de aranceles aplicados a productos de numerosos países, marcó un punto de inflexión en el comercio internacional. Esta estrategia, que algunos califican como una vuelta al proteccionismo, tiene implicaciones directas para las economías directamente afectadas, como las de China o la Unión Europea, y también para países de economías emergentes como la de Argentina.

Cuando Donald Trump inició su primer mandato como presidente de Estados Unidos, una de sus promesas clave fue reducir el déficit comercial de Estados Unidos y proteger las industrias locales frente a la competencia extranjera. En 2018, su gobierno implementó una serie de aranceles que afectaron a 185 países, con un arancel mínimo del 10% para todas las importaciones a EE.UU. Sin embargo, los impactos más significativos fueron aquellos dirigidos a países como China, la Unión Europea, Japón y otros socios comerciales clave. El objetivo principal de estas medidas era disminuir el déficit comercial de EE.UU. y fomentar el retorno de industrias al país, en un intento de revitalizar la manufactura estadounidense.

Una de las características más llamativas de la política arancelaria de Trump fue su alcance global, que no solo afectó a las grandes economías, sino también a países como Argentina que, al igual que muchas otras naciones latinoamericanas, vio cómo las relaciones comerciales con EE.UU. se veían alteradas por estos aranceles.

Para Argentina, que históricamente ha tenido una relación comercial cercana con Estados Unidos, los aranceles impuestos por Trump complican la economía de nuestro país. Entre las exportaciones clave de Argentina hacia EE.UU. se encuentran productos como aceite de soja, carne, vino, frutas y productos manufacturados, de modo tal que el aumento de los aranceles del 10% a estos productos representó una presión adicional sobre sectores ya golpeados por la inflación interna y las dificultades económicas. Un sector particularmente vulnerable fue el de la energía, en el que Argentina ha estado buscando expandir su presencia, especialmente a través de las exportaciones de petróleo y gas. Los aranceles impuestos a las exportaciones de energía y alimentos amenazaron la competitividad de estos productos, dificultando la sostenibilidad de las relaciones comerciales con Estados Unidos.

En este contexto, Argentina se ve obligada a buscar nuevas alternativas para diversificar sus mercados de exportación. A pesar de que EE.UU. representa una porción importante de la economía global, con alrededor del 25% del PBI mundial, China se posiciona rápidamente como una opción viable para los países afectados por las políticas de Trump. Para Argentina, que ya tiene fuertes lazos comerciales con China, especialmente en el sector agrícola, esta situación abre nuevas oportunidades, aunque también complica la competencia con los productores de EE.UU. en mercados clave.

Cabe señalar, por otro lado, que la aplicación de estos aranceles desencadenó una serie de respuestas recíprocas por parte de los países afectados. La Unión Europea, por ejemplo, implementó tarifas adicionales sobre productos estadounidenses como automóviles y productos industriales. Por su parte, China adoptó medidas similares, con un enfoque en productos agrícolas, incluidos aquellos que compiten directamente con los de Argentina. La estrategia de Trump de imponer aranceles llevó a una guerra comercial en la que las economías más grandes del mundo se ven envueltas en un ciclo de represalias arancelarias, lo que dificulta aún más las condiciones para los países emergentes como Argentina. Los aranceles de Trump también marcan un cambio en la dinámica de la globalización. El presidente estadounidense abogó por una visión de “América primero”, un enfoque nacionalista que prioriza los intereses de EE.UU. sobre el libre comercio global. Este giro proteccionista contrasta con la apertura de mercados que había promovido el país en décadas anteriores y contradice la política de apertura que impulsa el gobierno libertario en nuestro país. En este nuevo escenario, Argentina se ve atrapada en medio de dos tendencias opuestas: la apertura de mercados en Asia, liderada por China, y las barreras comerciales erigidas por EE.UU.

Hay un dato a tener en cuenta. El sector agroindustrial argentino sigue dependiendo fuertemente de los mercados asiáticos, y en particular de China, para la exportación de productos clave como la soja.  Argentina se encuentra en una encrucijada, buscando equilibrar su relación con EE.UU. y China, mientras navega un entorno económico global cada vez más fragmentado. En este sentido, la política comercial de Trump muestra que el orden mundial del comercio está en plena transformación, con consecuencias inciertas para todos los actores involucrados.

Fuente: Norte

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