El grado de apertura de la economía argentina al comercio internacional es relativamente bajo, aunque creció en los últimos años. Esta participación creció de un mínimo del 10,3% en 1970 al 30,5% en 2020, pero el promedio de los últimos 60 años (21,2%) fue apenas un cuarto del promedio de las primeras décadas del siglo XX, y es mucho menor que en la mayoría del resto de los países.
A pesar de esta baja participación, la magnitud de los impactos de los eventos internacionales es mucho mayor porque afectan el ingreso y la capacidad de gasto de los argentinos, las finanzas públicas, las cuentas externas, los niveles de inflación y, por lo tanto, la mayoría de las variables económicas, políticas y sociales.
Otra peculiaridad de la economía argentina se centra en los factores que explican las variaciones del PBI en el corto plazo; en los últimos años estas fluctuaciones están principalmente explicadas por variaciones en el valor de la cosecha, por los movimientos de capitales y las políticas fiscales, y por las fluctuaciones en movilidad asociada a la pandemia. Estos factores están asociados tanto a las políticas internas como a eventos internacionales.
La caída del 10% del PBI en 2020 está básicamente explicada por la reducción de la movilidad de las personas, por la baja del valor de la cosecha y por las salidas de capitales, mientras que el rebote de 2021 está explicado por exactamente los mismos factores pero con signo inverso.
Apple comenzó a publicar a principios de 2020 un índice de movilidad en vehículos y a pie. Las reducciones en movilidad afectan el PBI dificultando la producción y reduciendo la demanda, y explican una gran proporción de la baja del PBI en 2020; lo contrario ocurre cuando se incrementa la movilidad . Este índice -con valor 100 el 13 de enero de 2020- llegó a un mínimo de 20 (promedio de ambas mediciones) el 31 de mayo de 2020 y comenzó a recuperarse desde ese momento alcanzando un máximo de 150 a mediados de diciembre de 2021. El promedio de 2020 fue de apenas 56,9 mientras que el de 2021 se elevó a 81,8.
Otro impacto muy importante en los últimos años está relacionado a las variaciones en el valor de la cosecha las que reflejan tanto las variaciones de los volúmenes de producción como la de los precios.
Este valor se incrementó de aproximadamente 13 mil millones de dólares en 2003 a casi 45 mil millones en 2013, y explica gran parte del crecimiento de esos años, las mejoras en las cuentas fiscales y externas en los primeros años y la evolución política en le región; del mismo modo, la baja posterior -hasta 32 mil millones en 2018- explica los mismos fenómenos pero con signo contrario.
En 2020 el valor de la cosecha bajó 1600 millones de dólares (con bajas de precios y cantidades), pero en 2021 se incrementó 12.500 millones exclusivamente por suba de precios. No hace falta aclarar que este desarrollo contribuyó a la baja del PBI en 2020 y a su recuperación en 2021.
Estas variaciones de precios también explican en gran medida la evolución de las cuentas externas, y en menor medida las cuentas fiscales y la inflación. Los precios promedios de exportación en 2021 se incrementaron 25,8% y los de importación 14,7%, lo que permitió que la balanza comercial mejorara a pesar del deterioro en los volúmenes.
La balanza comercial en 2021 mostró un saldo favorable de 14.750 millones en comparación con 12.528 en 2020, pero a precios de 2020 el saldo de 2021 habría sido 6860 millones, lo que habría sido imposible sin reservas. La suba de precios no solo permitió un incremento en la demanda sino que evitó una crisis externa mayor.
Estas variaciones afectan también la recaudación y los niveles de precios. La recaudación asociada directamente al comercio exterior se incrementó de 8,3 a 14 mil millones de dólares, a lo que hay que agregarle el incremento de las recaudaciones de ganancias e IVA asociado al comercio internacional y el impacto sobre la recaudación del incremento global de actividad.
Por el lado negativo, estas mejoras de precios se reflejan también en incrementos de los precios internos. En el caso de la carne el precio promedio de exportación se incrementó 40% mientras que el precio interno creció 59% en moneda nacional y 30% en dólares.
En el caso del trigo el precio internacional se incrementó un 26% (69% en pesos) mientras que en el IPC el precio del pan se incrementó 45,7%. En el caso del gas, el incremento de los precios promedios de importación fue muy importante, pero no se trasladó a los precios que paga el consumidor, por lo que el costo fue absorbido por el Estado (el costo de los subsidios energéticos se incrementó 138%).
Los impactos de estas variables en 2022 deberían ser mucho menores, aunque la posibilidad de una guerra en Ucrania torna incierta cualquier proyección. El impacto de las variaciones en movilidad en 2022 debería ser mucho menor en el transcurso del año, aunque queda todavía un arrastre estadístico para el promedio del año; el promedio de los primeros 45 días del año muestra un nivel de 114,6, superior en un 42,5% al mismo período del año anterior pero inferior a los máximos de 2021.
Las proyecciones del valor de la cosecha en 2022 están dificultadas por la sequía en nuestro país (afecta el volumen de nuestra producción y los precios internacionales), por la sequía en los países vecinos (sube los precios internacionales), por los rumores de guerra (en una zona de importante producción agrícola), y por la probable suba de las tasas de interés en EE.UU. y en Europa (se aprecia el dólar y bajan los precios de las materias primas). El rango de proyecciones de las variaciones en el valor de la cosecha varía entre -2.000 y + 3000, con un impacto mucho menor que el año pasado.
En resumen, los impactos de los eventos externos durante 2022 serán, probablemente, menores que en los dos años anteriores, pero seguirán siendo importantes.
Ricardo Arriazu es economista.
Fuente: Clarín