Más que la corrección de 22% en el tipo de cambio (del cual cerca de la mitad se perdió con la inflación transcurrida en el último mes), fueron otros los factores que influyeron para que el Central cambiara su rol de vendedor neto a comprador de dólares. Uno de ellos fue la nueva zanahoria incorporada en la quinta etapa del Programa de Incremento Exportador (PIE) destinada a los exportadores de soja: esta vez, en vez de ofrecer un tipo de cambio diferencial, se les dio la posibilidad de disponer libremente del 25% de las divisas, en vez de tener que liquidarlos obligatoriamente en el mercado oficial.
Según el informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, «la reedición del dólar soja revitalizó las operaciones en la plaza local y el acumulado de negocios en lo que va de septiembre ya se cuenta como el más alto desde mayo». De acuerdo a los números, este incentivo apuró la venta de 1,5 millones de toneladas más la fijación de precios de otras 650 mil toneladas que ya habían sido comercializadas a precio abierto, ritmo sensiblemente más alto que las ediciones anteriores a lo largo de 2023.
La otra cuestión que influyó en ese resultado positivo fue la decisión de frenar las importaciones, a través de la demora en la aprobación de las solicitudes del SIRA (Sistema de Importaciones de la República Argentina). Esa maniobra dejó claras secuelas en el nivel de actividad económica. De hecho, el último índice de producción industrial difundido por el Indec, correspondiente al mes de julio, mostró una baja de 3,9%. En muchos rubros, como la fabricación de maquinaria agropecuaria (-20,4%), aparatos de uso doméstico (-11,6%) y equipos y aparatos de informática, TV y comunicaciones (-39,5%), los fabricantes explicaron la caída por la falta de insumos importados para tractores, heladeras, cocinas, freezers, calefones y teléfonos celulares, entre otros bienes.
Además, en la encuesta sobre expectativas de la industria manufacturera que realizó el organismo, ocho de cada diez responsables de firmas que utilizan insumos importados fueron pesimistas sobre la disponibilidad de materias primas provenientes del exterior en el corto plazo: el 48,1% opinó que el nivel no variará y el 34,1% afirmó que incluso disminuirá.
Claro que cada protagonista puede elegir el ángulo desde donde mirar cada situación y en ese sentido, el gobierno priorizó otra mirada: que a partir de que el Central volvió a contar con divisas frescas, el cepo sobre las SIRA empezó a aflojarse.
«Tomamos la decisión de liberar todas las SIRA que estaban pendientes para las pymes industriales argentinas, para garantizar los empleos», dijo Sergio Massa en la reciente celebración del Día de la Industria. De la misma manera, la reapertura de las importaciones de vehículos desde Brasil fue una de las cartas que jugó la Secretaría de Comercio para que las terminales automotrices aceptaran limitar la suba de precios en algunos de sus modelos.
Para ello, desde el Ministerio de Economía se argumentó que en agosto habían entrado U$S 2000 millones al Banco Central. En ese monto no sólo se contabilizaron las compras en el mercado abierto, sino los ingresos de fondos frescos provenientes de préstamos internacionales.
De todas maneras, de acuerdo a un estudio de la consultora Ecolatina, la deuda comercial por importaciones al primer trimestre de este año era de U$S 34.300 millones, equivalente a cinco meses de importaciones. Ese stock «representará una carga para el próximo gobierno, dado que constituye una demanda de divisas reprimida», agregó el trabajo. «
Pese a la mejoría, las reservas netas siguen en rojo
A pesar de las compras del último mes y de los préstamos que llegaron al país en agosto procedentes de organismos de crédito internacionales, la disponibilidad neta de reservas internacionales sigue siendo negativa.
El viernes, el Banco Central indicó que cerró la semana con un stock total de U$S 27.525 millones. Sin embargo, descontados el swap con el Banco Popular de China, los encajes bancarios de los depósitos privados y otras partidas con asignación específica, el saldo es negativo en unos U$S 4500 millones, según cálculos de analistas de mercado. El número (sobre el cual el BCRA no se explaya oficialmente) es elevado, aunque resulta la mitad de los casi U$S 10.000 millones que se estimaba antes de que el Fondo Monetario Internacional desembolsara los giros del acuerdo de facilidades extendidas que tenía retenidos hasta el mes pasado.
En la última revisión de ese acuerdo, el Fondo aceptó bajar la meta de acumulación de reservas (uno de los criterios por los cuales se mide el cumplimiento del programa) a U$S 3600 millones a contar desde enero de 2022. Para llegar a ese monto el Banco Central debería acumular unos U$S 7000 millones hasta fin de año, lo que torna casi utópico el logro de ese objetivo.