Si en algo no han acertado los gobiernos en la Argentina es en el manejo de la economía del país. Y fueron creando un desmadre infernal merced a la todopoderosa y censurable intervención del Estado. Que alguien lo arregle, por favor.
Constituyen probablemente el mayor reflejo del desmanejo económico del país, de la teoría del parche tras parche, del “vamos viendo”, cada vez más común entre los políticos argentinos, especialmente aquellos que abrazan el populismo con fervor. Son también un síntoma de la falta de rumbo y de planes, la ausencia de una visión de futuro, el poco apego a privilegiar el largo plazo sobre la coyuntura clientelista.
Con la llegada del nuevo dólar soja, son al menos una docena las paridades cambiarias que conviven alegremente en nuestro país. Este ha sido el último invento, el que ocupa las primeras planas de los diarios y la atención de los productores. Pero también hay que contabilizar el dólar mayorista, referencia para operaciones de comercio exterior y la cuenta capital; el dólar ahorro, que suma la carga tributaria del 30% por el llamado impuesto país y el 35% como adelanto del pago del Impuesto a las Ganancias; el dólar futuro, que considera la posible evolución del tipo de cambio oficial y la tasa de interés de mercado; el dólar tarjeta, que incorpora un nuevo gravamen del 45% como adelanto de Ganancias; y el dólar para turistas extranjeros, que en la fantasía de algún funcionario debiera ingresar al sistema mediante la compra de títulos en el mercado.
Junto a ellos los conocidos contado con liquidación, que permite que queden depositados en una cuenta en el exterior; el dólar MEP, similar, pero las divisas terminan ancladas en una cuenta local; el dólar Cedear, que involucra instrumentos de renta variable que cotizan en la Bolsa; el dólar Lede, que utiliza las compras de Letras del Tesoro como una forma de dolarizarse; el dólar Cripto, al cual se accede mediante criptomonedas, y por último el archiconocido dólar libre o blue. Si se hilara más fino se descubriría que hay más variantes en la lista.
Maraña de paridades cambiarias y también maraña de impuestos, derechos, tasas y contribuciones por cierto. Los argentinos trabajamos al menos 180 días solo para atender al Estado. Los tributos insumen, de un modo u otro, el 50% de los ingresos del trabajador formal, y son algo más de 160 considerando el orden nacional, provincial y municipal. Desde luego no se cumple aquello de recaudar para devolver al ciudadano en bienes y servicios.
A ciencia cierta el 91% de la recaudación consolidada argentina se concentra en 12 gravámenes, entre otros, IVA, Aportes y Contribuciones a la Seguridad Social, Ganancias de personas humanas, Ganancia de sociedades, Derechos de exportación, Débitos y créditos bancarios (cheque) y el impuesto provincial a los Ingresos Brutos. Quiere decir que otros 153 tributos diferentes recaudan apenas el 9%, pero desde luego crean una montaña de gastos administrativos y muchas molestias.
Desbrozando la distribución de lo que aporta el contribuyente, cada $100 unos $25 quedan en manos del Tesoro Nacional, $ 27 van a la ANSES, $31 a las provincias y CABA, y $8 a los Municipios $8; los restantes 9 reconocen otros destinos. Todo debería estar bajo revisión urgente. Se necesita un acuerdo entre las fuerzas políticas para simplificar el sistema, aliviar la carga sobre las espaldas de los pocos que pagan y ampliar el universo de aportantes en base a una simplificación de los gravámenes. Quien dé un paso adelante en este sentido será recordado de generación en generación.
Claudio Gianni (Revista Chacra)