Según los exportadores, por el conflicto se multiplicaron los pedidos de otros países para importar trigo, maíz y girasol

“De las cinco a diez demandas por semana de nuevos compradores que teníamos, hoy recibimos entre 30 y 50 demandas diarias adicionales de nuevos importadores interesados, en general en trigo, maíz y girasol”. El dato es categórico y lo ofreció Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC), que destacó que esas consultas provienen particularmente de mercados que eran abastecidos por Ucrania y Rusia –hoy ambos en medio de un conflicto bélico–, por ejemplo de países del sur de Europa, del norte de África, de Medio Oriente, hasta del sudeste asiático. Ucrania y Rusia son importantes proveedores globales de trigo, maíz y girasol.

“Preguntas que no solo son de ofertas de corto plazo, sino de consultas de capacidad de crecimiento productivo de la Argentina en los próximos años, a efectos que estamos en una región del mundo sin conflictos bélicos”, detalló en el simposio “Del Sur al mundo”, organizado por el programa de Bioeconomía de la Facultad de la Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba), a cargo de Fernando Vilella.

Idígoras explicó que a la variable climática que existe en todo sistema productivo y que venía impactando con sequías en estas regiones apareció una “variable novedosa”, la pandemia, que comenzó a generar inconvenientes en flujos y en rupturas de cadenas globales de valor, problemas de oferta en logística, incremento sustancial de costos y retrasos en el comercio exterior, entre otros inconvenientes.

“Pero ahora, la aparición de un cisne negro, como fue la invasión rusa de Ucrania, genera un impacto fenomenal a nivel global, con problemas de provisión de alimentos, energéticos, de suministro y un proceso inflacionario mundial que impacta en los sistemas productivos, no solo por el valor de los productos sino por el valor de los insumos”, aseguró.

La variable bélica

En este contexto, subrayó que la variable bélica es un factor de riesgo en la producción y comercialización de alimentos: “Desde la Segunda Guerra Mundial no había estado sobre la mesa”, dijo.

“Esto provoca desbalances y problemas en materia de consumidores. Este tipo de problemas generan la tentación natural de los gobiernos de la intervención para corregir problemas de mercado”, explicó. Sin embargo, afirmó que muchas veces estos problemas de mercado con intervención “fomentan o promueven un crecimiento mayor de los problemas que la búsqueda de las propias soluciones”.

En este sentido y con este contexto internacional, expresó que debe apuntarse a una revalorización del Mercosur como proveedor de alimentos. “Esta oportunidad debería ir de la mano de unas políticas agroindustriales sostenidas en el mediano y largo plazo, y consensuada con los países de la región, con asistencia y cooperación conjunta para tener no solo una estrategia productiva, sino también logística”, dijo.

En esta línea, para que este posicionamiento y crecimiento de la región sea efectivo, para el directivo es necesario abordar tres seguridades: la alimentaria, la energética y la ambiental. que deben ir de la mano.

“Le estamos vendiendo a Europa más biodiésel, pero no lo podemos hacer en el mercado interno porque está prohibido por una ley. Este tipo de inconsistencias no deberían existir en este nuevo contexto internacional, donde se priorizan estas tres seguridades”, enfatizó.

A su turno, Manuel Otero, director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), señaló que esta coyuntura internacional demuestra que hoy se vive en un mundo interconectado.

“En el tema de los fertilizantes que proveen Rusia y Bielorrusia, por ejemplo, hay una gran dependencia de toda la región centroamericana. Hay mucha preocupación en el mundo por cómo mantener activa la rueda de la agricultura. La conclusión obvia es que acá tenemos que producir más con menos y de un modo diferente”, indicó.

“La seguridad alimentaria está al tope de la agenda mundial y nosotros tenemos que tener en claro que esto es así. La agricultura es un instrumento para la paz y para la consolidación de los sistemas democráticos”, agregó el director del IICA.

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