Se ha recorrido un largo camino en la construcción de una relación especial entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Unos veinte años después de su inicio se supone que la meta sigue siendo la original. Esto es, tratar de institucionalizar una relación permanente, con sentido político y estratégico, con contenido económico y social, y con compromisos preferenciales para bienes, servicios, inversiones y otras cuestiones relevantes para las relaciones birregionales, asumidas conforme a sus intereses concretos por las dos regiones, y a las reglas jurídicas multilaterales que han sido aceptadas por ambas partes, especialmente en el ámbito antes del GATT y luego de la OMC.
En ese impulso inicial de este proceso birregional influyeron, como ocurre siempre en las relaciones internacionales, diversos factores. Entre otros, podemos señalar el de las raíces históricas de las relaciones entre ambas regiones, nutrida por migraciones e inversiones europeas y por la densa historia compartida con nuestra región por España y Portugal. Y también el de la confluencia de valores culturales, sociales y políticos, especialmente a partir de la afirmación de la democracia en los países del Mercosur.
Pero hubo otro factor relevante. Del lado europeo, el lanzamiento de la denominada Iniciativa de las Américas implicó percibir un mensaje claro en el sentido que Estados Unidos proyectaba construir una relación comercial preferencial con los países latinoamericanos. No es éste entonces, un dato menor al tratar de entender el interés y el comportamiento europeo –incluyendo sus fluctuaciones- con relación a los países del Mercosur.
¿Cuán real ha sido el interés que han tenido ambas partes en avanzar en las negociaciones birregionales? Es difícil responder hoy con certeza tal pregunta. La respuesta no puede basarse sólo en lo que los respectivos protagonistas señalan en público. De un lado y del otro se observan elementos que podrían avalar la idea de un “bluff game” (jugar a que efectivamente se quiere negociar) al que luego seguiría un típico “blame game” (echar la culpa a la otra parte de los eventuales estancamientos en el proceso negociador). Los factores de tales estancamientos son conocidos. Lo único que no es fácil de explicar sería por qué ambos lados no capitalizaron las experiencias adquiridas, planteando y acordando cambios en las metodologías empleadas para construir el espacio interregional preferencial.
Tras las últimas reuniones negociadoras, todo parecería indicar voluntad de avanzar, pero a la vez, dificultad para imaginar alternativas en el desarrollo del camino emprendido hace más de veinte años. Incluso, si finalmente el acuerdo se firmara, el proceso para su entrada en plena vigencia podría demandar un período que se puede estimar en no menos de tres años.
Los días 4 al 6 de septiembre de este año está prevista la próxima reunión entre el Mercosur y la UE. Se realizará en Brasilia. Será la oportunidad para apreciar cuán concreta es la idea de avanzar hacia un acuerdo birregional que pudiera ser firmado antes de finales de este año.
Todo parecería indicar que esa es la intención real y actual de los países de las dos regiones involucradas. Si se concretara, se habría abierto una nueva etapa en la construcción de un espacio efectivo de cooperación birregional que aspire a tener legitimidad y eficacia.
El autor es experto en relaciones internacionales y director de la Fundación ICBC