*Publicado en DESAFÌO EXPORTAR, Año 19, No. 238, Mayo 2025*
*/“Cuando dos elefantes luchan, es la hierba la que sufre”./*
*PROVERBIO AFRICANO*
Los hechos lo están demostrando: el proverbio africano se cumple. En la
guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China, las dos economías
más grandes del mundo, los que ya han comenzado a sufrirla no son los
contendientes, sino el resto del mundo y en forma especial, las economías
más pequeñas.
Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, parece estar apostando a
todo o nada. Si las cosas le salen bien ingresará a la historia de los
grandes gobernantes que ha tenido su país desde Washington hasta la
actualidad, pasando por Jefferson, Andrew Jackson, Lincoln y los dos
Roosevelt.
Si las cosas salen mal, también ingresará en la historia, pero, en la de
los fracasos más estruendosos.
Las consecuencias del proteccionismo que se está instaurando mediante el
desmedido aumento unilateral de los aranceles de importación,
especialmente para los productos chinos, según la mayoritaria opinión de
los más expertos economistas, será seguramente un fracaso en cuanto
habrá de producir muchos daños al comercio y a la economía de todos. El
perjuicio será entonces, en mayor o en menor medida, para todos los
habitantes del planeta.
Es que el proteccionismo históricamente siempre ha tenido penosos
resultados. Uno de los pocos que consideramos tuvo éxito fue el instaurado
por Cromwell en Inglaterra a mediados del siglo XVII (la “/Navigation
Act”)/ que sentó las bases del futuro imperio británico.
En la década de 1930 hubo también a partir del aumento de los aranceles
de importación por parte de los Estados Unidos (La Ley Smooth-Hawley) un
freno global al comercio. Una gran recesión a nivel planetario. Al mismo
tiempo, como China en la actualidad, Alemania comenzó a desarrollar la
producción industrial y las manufacturas. La crisis terminó siendo una de
las principales causas de la Segunda Guerra Mundial. Al final de la misma y
con la creación del GATT se proclamó y se puso en práctica la
liberalización del comercio mediante la baja de los aranceles y la
atenuación de las restricciones no arancelarias. El resultado de esta
política implementada a nivel mundial ha tenido excelentes resultados y el
comercio internacional ha aumentado en los últimos setenta años como
nunca antes.
Al mismo tiempo, ya hace años que este proceso de multilateralización de
los beneficios arancelarios se está deteniendo a partir de las numerosas
excepciones, principalmente la producida por los tratados de libre comercio
entre un número limitado de países, a la Cláusula de la Nación Más
Favorecida. A propósito de esto, no se han escuchado comentarios acerca de
que la actual suba de aranceles comenzada por el país del Norte y luego
adoptada por muchos de los afectados es una violación de los principios de
la OMC.
El continuado forcejeo, de amenazas, ataques y retrocesos, de la política
arancelaria norteamericana, está perjudicando sensiblemente al resto del
mundo, con crisis en las bolsas, pérdidas empresariales, restricciones en
el comercio internacional, encarecimiento de los productos e inflación.
Esto es mucho más que una guerra comercial, como se la ha llamado, porque
realmente es en el fondo una verdadera guerra de supervivencia. Una guerra
en la que se enfrentan los dos modelos económicos de las dos principales
potencias económicas mundiales. Por eso el presidente Trump pretende que
los inversores norteamericanos dejen de invertir y producir fuera del
territorio de su país y entonces regresen a su país de origen. La
pretensión de que las empresas radicadas en el extranjero regresen y
produzcan en el territorio norteamericano, parece por el momento una
utopía. Por ejemplo, se han señalado las palabras de un fabricante
norteamericano de juguetes radicado en China que ha dicho que “/la sola
idea de que las empresas regresen a EE.UU. parece una broma”/. Y ello es
debido, como en tantos otros casos que dependen de la enorme y superior
escala consumidores de China, a algo que no existe en su país de origen.
Detrás de todo esto existe una lucha sin cuartel sobre la tecnología,
sobre la inteligencia artificial y la robótica, sobre el progreso, en una
palabra. La reacción de los Estados Unidos corresponde al temor de ser
desplazado del primer lugar como potencia económica y militar del mundo,
pero también tecnológica al ser superado por la industria china,
especialmente la manufacturera y por la aplicación de las nuevas técnicas
de producción.
Mientras tanto, se irá cumpliendo el viejo proverbio africano
Carlos Canta Yoy