Trascendió en la reunión del Mercosur (jueves 21 y viernes 22 de julio) realizada en Asunción una propuesta del ex presidente de Brasil y actual candidato a la presidencia, Luiz da Silva. La misma era referente a la creación de una moneda común entre los países del Mercosur.

El tema no es para nada nuevo. Se habló mucho del mismo en las décadas de 1980 y 1990 siendo después olvidado hasta la actualidad en que la propuesta vuelve a traer el tema a discusión.

El ejemplo del euro podría servir, para algunos distraídos, en favor del proyecto. Parecen olvidar que la moneda común aparece al final de los procesos de integración y nunca al principio. Y en el Mercosur estamos, en realidad, todavía estancados en el principio del principio después de más de treinta años. Crear una moneda común al comienzo de un proceso, que ha demostrado ser muy largo, es poner el carro delante del caballo. No andará.

Además, en el momento actual, las cuentas nacionales de los países miembros, especialmente las de Argentina, hacen prácticamente imposible el funcionamiento de una moneda común. Más vale entonces ir pensando en otras cosas más prácticas, posibles y viables. Por ejemplo, empezar por cumplir las normas obligatorias que los mismos países miembros han establecido o respetar las decisiones de los fallos de los tribunales arbitrales del Mercosur. Ejemplos: prohibición de aplicar licencias previas no automáticas a las importaciones desde los demás Estados Partes, prohibición de percibir derechos de exportación a las ventas a los demás Estados Partes, prohibición de modificar el Arancel Externo Común en forma unilateral, cumplir los varios plazos establecidos para poner en funcionamiento una unión aduanera, poner en vigencia en tiempo y forma las normas obligatorias del Mercosur que en alrededor de un cincuenta por ciento no se ponen en vigencia, etcétera, etcétera. Como diría Ortega y Gasset: “Mercosureños, ¡a las cosas!”.

La aspiración de tener una moneda común no es mala idea si es que se plantea al final del proceso de integración, no en estos momentos. Y el final parece estar tan lejano como el horizonte, porque parece que nunca se alcanzará.

Hace poco menos de cuarenta años vino de visita el entonces presidente del Perú, Alán García. Propuso crear un sistema de saldos de créditos y débitos recíprocos entre los países de la ALADI. La propuesta fue recibida por los funcionarios argentinos y los medios de prensa como una gran idea. Ninguno recordaba que el sistema ya estaba creado y funcionaba desde hacía dos décadas por el llamado Acuerdo de Santo Domingo. De manera, que no extraña que ahora a muchos les parezca una gran idea llevar a cabo una moneda común.

Es imprescindible recordar algo que todos también parecen haber olvidado y que es uno de los tantísimos proyectos frustrados entre nuestros países. El 17 de julio de 1987, en la Ciudad de Viedma (¿recuerdan que por ese entonces iba a ser la nueva capital del país?) y cuando apenas comenzaba a hablarse de un futuro mercado común, los presidentes Alfonsín de la Argentina y Sarney del Brasil firmaron el Protocolo Nº 20 que decía lo siguiente:

“Considerando, La importancia de asegurar el fortalecimiento de las relaciones financieras y monetarias entre la República Argentina y la República Federativa del Brasil, contribuyendo al mismo tiempo a asegurar la estabilidad de los vínculos comerciales y la expansión, cuantitativa y cualitativa del comercio, en forma dinámica y equilibrada;

“La influencia de las monedas de terceros países cuyo grado de disponibilidad escapa a la capacidad de decisión de los dos países sobre el nivel del intercambio bilateral;

“El objetivo latinoamericano de crear una unidad para cursar los pagos intrarregionales;

“La necesidad de iniciar un proceso de creación de esa unidad monetaria común;

“La conveniencia de avanzar en el sistema vigente de financiamiento recíproco establecido en el Protocolo Nº 6 para el alcance del objetivo de una integración monetaria plena y duradera;

“Deciden:

“Crear una unidad monetaria común denominada “Gaucho”, expresando su valor en los términos que de común acuerdo determinen los bancos centrales de los dos países a ser emitida y respaldada con un fondo de reserva;

“Crear para tal fin un Fondo de Reservas Argentina Brasil, administrado por los respectivos bancos centrales;

“Determinar que los resultados de las compensaciones bilaterales realizadas en cada cuatrimestre puedan ser saldados con las unidades monetarias comunes hasta un límite de emisión acordado inicialmente en 200 millones de unidades monetarias;

“Determinar que cada banco central abra cuentas gráficas en sus libros destinadas a registrar el movimiento del Fondo de Reservas;

“Determinar que los respectivos bancos centrales establezcan antes del 30 de octubre de 1987 un acuerdo interbancario para la implementación de la unidad monetaria argentino-brasileña (Gaucho).

Viedma, 17 de julio de 1987.

Después de treinta y cinco años de la firma del Protocolo citado, algunos que se ofendían por las declaraciones de un economista norteamericano respecto al tema, hoy deberían des-ofenderse. En efecto, Douglas North, después premio Nobel de Economía 1993, cuando se enteró del proyecto de moneda común, se sonrió y realizó según la prensa, “ácidos e irónicos comentarios sobre nuestra pretensión de crear ahora una moneda común en el Mercosur”.

El tiempo parece no transcurrir en esta región del planeta.

Carlos Canta Yoy

Todocomex

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