Hace unos días tuve la oportunidad de participar como conferencista en un evento llevado a cabo en la ciudad de Montevideo y organizado por la Universidad de la República y la Asociación de Despachantes de Aduana del Uruguay en la que el principal tema objeto de análisis fue la facilitación del comercio.

En una muy interesante ponencia, el jurista uruguayo Pablo Labandera se refirió a un enfoque moderno sobre la facilitación del comercio que consiste en atribuirle “dimensiones” a los efectos de analizar, de una forma más orgánica e integral, el enfoque que actualmente se le viene dando a esta materia en diversos organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio y la Organización Mundial de Aduanas, por ejemplo.

Así, tenemos la dimensión “hard” (dura) relacionada con la infraestructura necesaria para que las actividades logísticas del comercio exterior sean llevadas a cabo con la fluidez yseguridad requeridas, la dimensión “soft”  (suave) relacionada con los procedimientos legales que regulan estas operaciones, y la dimensión “digital” (tecnológica), la cual, resulta evidente, marca un aspecto ineludible y del todo indispensable sin el cual las otras dos dimensiones se verían fuertemente disminuidas teniendo en consideración tanto los requerimientos de las operaciones de comercio exterior, en general, como las necesidades de sus actores y de la propia Autoridad Aduanera, en particular.

Podríamos decir que el equilibrio necesario entre la facilitación del comercio y el control aduanero (aspectos que configuran el rol de la Aduana moderna) dependerá, en buena medida, del adecuado desarrollo de estas tres dimensiones.

Asimismo, se recordó en este evento que ya desde mediados de la década del 2000 se empezaban a perfilar en foros internacionales las bases de la facilitación del comercio en el actual contexto mundial, evidenciándose con el devenir de los años una materialización más concreta de la materia en convenios internacionales de alcance regional y bilateral con incidencia directa en el texto de distintas normativas nacionales.En el caso peruano, por ejemplo, el artículo 4 de la actual Ley General de Aduanas dispone, de modo expreso, que los servicios aduaneros están destinados, entre otros, a facilitar el comercio exterior.

Teniendo en cuenta las dimensiones de la facilitación del comercio antes mencionadas, y sin perjuicio de las brechas que en nuestro país podrían verificarse en cada una de ellas, pensamos que, desde la perspectiva del Perú, existiría al menos una dimensión adicional que podría pasar desapercibida (a modode “dimensión desconocida”), y que consiste en el factor humano necesario para lograr una debida articulación de estas tres dimensiones (infraestructura, regulación y tecnología).

Dicho factor permitiría, por ejemplo: i) desarrollar, mejorar y utilizar eficientemente la infraestructura; ii) aprobar procedimientos operativos sin exceso de controles de corte fiscalista ni abuso de formalidades innecesarias, e interpretarlos y aplicarlos con orientación facilitadora; y iii) utilizar la tecnología como una herramienta que se adapte a los continuos cambios del comercio exterior sin bloquear la fluidez de operaciones que cuentan con el debido sustento legal.

La “dimensión factor humano” resultará indispensable para generar e instaurar una necesaria “mentalidad facilitadora” en las operaciones de comercio exterior no sólo en cada uno de los eslabones de la cadena logística, sino también en los diferentes niveles de acción e interacción entre el sector público y el privado.

Nos queda claro que dicha mentalidad requiere de una decididavoluntad política que la geste e impulse. Al respecto, resulta ilustrativo un episodio interesante acaecido en el año 2015 cuando, mediante un comunicado de prensa (Nota de Prensa N025-2015), la SUNAT reconoció que en los 20 años anteriores (esto es nada menos que 4 periodos presidenciales) su labor en materia de comercio exterior no había sido ni la más adecuada ni la más eficiente, siendo que el rol de la Administración se había centrado principalmente en la recaudación, arrojando como resultado una gestión aduanera saturada de papeles y de trámites burocráticos.

Por ello, se señalaba en este comunicado, se debía instaurar un “cambio de paradigma institucional”, a fin de reducir los costos del comercio exterior y aumentar la competitividad de las empresas mediante, entre otros, el uso extendido y generalizado de tecnología en estas operaciones; todo ello, para facilitar el comercio y simplificar los servicios aduaneros.

Precisamente, unos de los indispensables y fundamentales pilares que permitiría generar la requerida “mentalidad facilitadora” dentro del “cambio de paradigma institucional” y dentro los alcances de la “dimensión factor humano”(“dimensión desconocida”) a la que nos hemos referido, lo constituye el trabajo conjunto y coordinado entre el sector público y el privado en base al cual, de manera sincera, clara y responsable, puedan ponerse sobre la mesa y debatirse los aspectos que obstaculizan el comercio exterior desde una perspectiva práctica y de impacto en el día a día y, sobre esta base, sentar los lineamientos para, entre otros, hacer factible la simplificación y modernización de procedimientos, la adecuada gestión del riego y la reducción de costos operativos.

A estos efectos, dos foros resultan sumamente relevantes: i) el Comité Consultivo en Temas Aduaneros a nivel de la SUNAT; y ii) el Comité Multisectorial para la Facilitación de Comercio Exterior (COMUFAL) a nivel del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR), siendo muy importante que la agenda de trabajo de estos Comités sea debidamente coordinada con el sector privado estableciéndose objetivos comunes y medibles, así como cronogramas razonables que atiendan debidamente tanto los temas importantes como los urgentes.

El alejamiento y trabajo desconectado entre el sector público y el privado no sólo no permitirá generar la empatía necesaria para la consecución de metas y resultados en beneficio de todos, sino que tampoco permitirá generar el clima de confianza indispensable para avanzar en ello. Esto resultaría especialmente grave, máxime en un contexto en el que, conforme al último reporte del Barómetro de las Américas (https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2021/04/AB-Peru-2021.-Cultura-politica-de-la-democracia-abril-2022-1.pdf), el Perú aparece como el país con menor nivel de confianza interpersonal y como uno de los países con más altos niveles de desconfianza en sus instituciones.Queda claro que, si las autoridades no confían en el sector privado y si el sector privado no confía en sus autoridades, nos estancaremos en un punto muerto sin ningún avance y más proclive al retroceso.

A propósito de la referencia a la “dimensión desconocida”, dicho término nos trae a la memoria la popular serie norteamericana de la década de los 50 y 60 (“The Twilight Zone”) en la que, según los entendidos, se buscaba capturar la atención del televidente con elementos de la ciencia ficción, la fantasía y hasta del terror, con la finalidad de confrontarlo con dilemas morales derivados de las propias creencias, experiencias y temores.

Para no vernos atrapados en un espacio así de sombrío, obscuro y lleno de incertidumbres, la “dimensión factor humano” de la facilitación del comercio debería dejar de ser “menos desconocida” y convertirse en más cercana, amigable y confiable. La capacidad y proactividad con que cuenten los actores del comercio exterior para trabajar juntos en pro de legítimos y comunes intereses fijará las pautas para conseguir los objetivos de la tan anhelada y requerida facilitación.

Fuente: JULIO GUADALUPE (GESTION)

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