Exportadores netos de alimentos como Australia y Brasil enfrentan los mismos shocks externos que la Argentina, pero no sufren “la falta” de divisas

La Argentina está debatiendo sobre la escasez de dólares desde la crisis de 1930 en un loop infinito. La dirigencia política, empresarial y sindical coinciden en atribuir la escasez del “verde” a la vulnerabilidad externa de nuestro país.

Guerras, pandemias y adversidades climáticas han sido señalados como causas “mediatas” de la escasez de dólares por el supuesto impacto sobre el encarecimiento de las importaciones y la pérdida de valor de nuestras exportaciones.

Pero todos los países necesitan de importaciones para crecer. Exportadores netos de alimentos como Australia y Brasil, así como importadores netos de commodities como India y China enfrentan los mismos shocks externos, aunque no sufren la “escasez de dólares” ni tienen una inflación anual de tres dígitos.

Nuestro país, como cualquier país del planeta, necesita dólares para que funcione su economía. Pero esta necesidad no es solo por motivos de comercio internacional.

La Argentina necesita dólares para importar de bienes de capital, insumos, combustibles necesarios para la industria, el sector agropecuario, los servicios basados en conocimiento y el resto de las actividades económicas. Además, debe afrontar los pagos de la deuda externa y el giro de utilidades y dividendos de inversión extranjera directa (IED) y de cartera. A esto se suma el hecho de que el ahorro de los argentinos se realiza en moneda dura.

El monto necesario de divisas se calcula mediante el análisis de oferta y demanda de fondos en dólares para necesidades de comercio y financieras estimado en base al Balance de Pagos del Indec de 2022, último dato anual disponible del conjunto de transacciones y financieras externas.

Las importaciones en 2022 alcanzaron a US$97.500 millones, incluyendo no solo bienes sino también servicios y fletes y seguros. Por su parte, el pago neto de intereses y amortizaciones de la deuda externa, así como el giro neto de utilidades y dividendos de la inversión extranjera directa y de cartera, insumieron US$11.900 millones.

Pero además los argentinos demandan dólares por motivos de ahorro y reserva de valor. La acumulación de dólares billetes en “canutos”, “colchones”, cajas de seguridad y cuentas no declaradas en el exterior, resulta en la “formación de activos externos”, vulgarmente calificada como “fuga de capitales”. Este canal es uno de los cuales se manifiesta la “desintermediación financiera” como reacción a un país donde el riesgo de confiscación y licuación inflacionaria de ahorros es extremo. El impacto de la desconfianza a lo largo de su historia se resume en el stock de ahorros que los hogares han acumulado fuera del sistema que equivale a un PBI.

Durante 2022, la Argentina acumuló activos externos por un monto de US$21.600 millones: US$6900 millones por variación de reservas, US$3800 millones por inversión directa y de cartera registrada, y casi US$11.000 millones por nuevos ahorros por fuera del sistema financiero argentino en monedas y depósitos.

Por lo tanto, la demanda anual de fondos en dólares para que la economía funcione sería de US$131.000 millones.

Asimismo, la oferta de fondos para financiar las necesidades de dólares provino principalmente de las exportaciones que generaron US$103.000 millones, casi el 80% de la oferta de dólares, y el resto con endeudamiento por US$26.000 millones y transferencias corrientes netas (remesas de familiares y otros) por US$2125 millones. Si se extrapola esta foto al futuro, la Argentina necesitaría conseguir US$131.000 millones todos los años para que su economía funcione.

No obstante, ello no necesariamente es extrapolable de cambiar las condiciones macroeconómicas a futuro. Por ejemplo, si aumenta la capacidad de exportación y/o mejora la confianza aumentando el ahorro declarado dentro del sistema permitiría financiar más importaciones necesarias para crecer y canalizar el ahorro al crédito y la inversión. Asimismo, este cálculo no identificaría el comercio exterior ilegal como resultado de la brecha cambiaria ni los flujos de dólares entre residentes.

La diferencia entre la excepcionalidad argentina y un país normal se encuentra en las condiciones de estabilidad macroeconómica y seguridad jurídica que permiten a una sociedad ahorrar precautoriamente dentro del sistema financiero en épocas de vacas gordas -como por ejemplo durante un boom de las commodities– para amortiguar la malaria en épocas de vacas flacas.

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