Tenemos poca conciencia sobre nuestra pésima performance comercial externa. Los resultados de la evolución de las exportaciones de bienes desde nuestro país en lo cursado del corriente siglo son las peores en Latinoamérica a excepción de Venezuela.
El crecimiento de las ventas externas argentinas en lo transcurrido del siglo es apenas 153%. Si se compara ello (siguiendo datos de CEPAL y de oficinas gubernamentales de países vecinos) con el de Latinoamérica y el Caribe en general, se advierte en Argentina una evolución de apenas la mitad que la del del subcontinente (cuyas exportaciones crecieron 306%).
La diferencia es abismal cuando se compara caso por caso a la paupérrima performance de nuestras ventas externas (153%) con las de Paraguay (1686%), Perú (744%), Bolivia (670%), Ecuador (549%), Brasil (535%), Uruguay (495%) y Chile (427%). Y también la performance argentina es inferior a las de los que han tenido una evolución mediocre (menor a la de la región latinoamericana en general) como Colombia (292%), México (253%) o el Mercado Común Centroamericano (253%).
Si la Argentina hubiese evolucionado simplemente como Latinoamérica y el Caribe en su conjunto (no aspirando en ese caso siquiera a acercase a la performance de los mejores) en 2023 hubiera exportado el doble que los US$66.788 millones que logró (habría obtenido US$66.480 millones más que los vendidos). Y en los años anteriores hubiera acumulado también centenares de dólares adicionales. Es cierto que 2023 fue un mal año por la sequía (pero también por serios problemas de organización económica que hubieran permitido moderar los efectos de la sequía en las exportaciones) pero este análisis en un ciclo largo excede algún problema puntual en un año especifico.
Así, de acompañar la evolución regional en el período, en el corriente 2024 Argentina exportaría unos US$50.000 millones más que los previstos.
La performance exportadora de nuestro país es digna de un análisis muy crítico. Y de un avocamiento integral a corregir malas condiciones: por parte de todas las autoridades para remover obstáculos, por parte de las asociaciones empresarias para generar mejores condiciones sectoriales, por parte de las empresas para mejorar capacidad competitiva.
Es curioso que (siendo la nuestra una economía con constante estrechez cambiaria) no haya existido ya entre nosotros una mayor capacidad política para mejorar las condiciones de acceso comercial exterior: un entorno macroeconómico adecuado, un marco institucional seguro, un contexto regulativo más liberal, un régimen tributario alentador, un soporte en infraestructura sólido, acciones de formación de recursos humanos apropiadas, un sistema de burocracia pública eficiente y una política de apertura de mercados e inserción exterior en frontera propia y fronteras afuera.
Es mejorando esos contextos que se debe propender a la generación de la gran condición para un éxito que es hasta hoy esquivo: contar con empresas competitivas. Los negocios internacionales en este tiempo se apoyan en empresas internacionalizadas (es un mundo de empresas, más que de productos) que participan afectivamente (especialmente a través de estrategias apoyadas en un “triángulo” formado por inversión calificada, organización moderna e inserción en redes supranacionales de valor) en la revolución tecnológico-productiva que cambió las condiciones de acción y en la cual el desarrollo del capital intelectual es el mayor atributo competitivo de soporte para el éxito de la oferta exterior de bienes y servicios.
Marcelo Elizondo
Especialista en negocios internacionales; presidente la International Chamber of Commerce (ICC) en la Argentina
La Nación