La inversión en esta área resulta de vital importancia para poder expandir la producción y crear empleo genuino y de calidad
Existe una correlación directa entre productividad, competitividad e infraestructuras logísticas. Vale decir: para producir más y mejor, un país requiere no sólo de caminos, rutas, puentes, terminales marítimas y fluviales, sino también de vías navegables, ferrocarriles, plataformas de distribución, estaciones de carga aérea, corredores bioceánicos, energía e integración regional –sólo para nombrar algunos puntos en los cuales Argentina ha vivenciado un exitoso proceso de caída libre de por lo menos 70 años–. Todo esto les resta productividad y competitividad a las exportaciones y también adiciona improductividades varias al flujo de importación productiva.
Ahora bien, observemos a nuestro vecino inmediato y socio estratégico, hoy 9ª economía del mundo, a pesar de tener una economía tan cerrada como la nuestra. Así la cosas, ¿cómo puede ser que Brasil supere holgadamente a la Argentina en casi cualquier segmento que uno tome? Brasil tiene 210 millones de personas, es decir un mercado interno importante y pujante, basado en una macro ordenada. Se puede dar el lujo de ser un jugador tan mediocre como la Argentina en lo que hace a la integración con bloques comerciales en el contexto del Mercosur, aunque con resultados muy superiores a los nuestros. Si bien ambos países muestran una baja eficiencia relativa en cuanto a operaciones y productividades con respecto a infraestructuras logísticas, Brasil no para nunca de realizar inversiones que apunten a brindar soluciones para operar su oferta exportable (la nueva frontera agrícola) y eficientizar sus importaciones. Vale decir, si bien las productividades no son buenas ni allí ni acá, la diferencia reside en que allí se vivencia un permanente proceso de expansión de la oferta infraestructural del comercio exterior –lo cual aquí ya hace rato que no sucede–.
Sólo por nombrar un ejemplo, paso a traducir un artículo de prensa relativo al arco norte de Brasil: “Resulta necesario para no perder competitividad realizar inversiones periódicas en navegación fluvial para evitar la paralización/reducción de la navegación a raíz de accidentes, piratería y narcotráfico en las regiones de Madeira, Amazonas, Tapajós y Tocantins. Se requieren recursos para dragado, señalización, balizamiento, actualización de cartas náuticas y esclusas, además de un aumento de la capacidad portuaria e industria naval”.
Además, Brasil expande y mejora permanentemente su red ferroviaria y facilidades de recepción y transferencia, manufactura buena parte del material rodante en el país, al igual que la industria del offshore oil & gas (la cual requiere de una importante cuota de infraestructura logística nacional para atender un sector siempre creciente). Es decir, la oferta de infraestructura logística siempre se expande en Brasil, aunque la productividad no resulta del todo buena. ¿Por qué? Porque la demanda siempre supera la oferta, lo cual requiere de un permanente proceso de inversión.
Mientras tanto, en nuestro país la productividad tampoco es buena, aunque por razones bien distintas: la falta de inversión crónica. Otro ejemplo, aunque del área de hidrocarburos, resulta dramáticamente claro sobre la dejadez nacional. La barcaza Tango, que operara oportunamente como planta de licuefacción en Bahía Blanca (FLNG barge), se encuentra hoy operando a 3 km de Pointe Noire y a 40 m de profundidad en la República del Congo, conjuntamente con una unidad de almacenaje flotante reacondicionada que opera como tanque de almacenamiento o FSU (Floating Storage Unit). Esta operación la lidera ENI de Italia, siendo su objetivo abastecer hoy al Congo y exportar saldos de gas licuado a Europa. Aclaro que hay avances concretos en este tema también en Uganda, y Tanzania, países que ya son parte de los emergentes exportadores de GNL (lo cual nosotros aún no logramos a pesar de Vaca Muerta).
Todo esto es un llamado de atención a nuestra clase dirigente, léase la política, los empresarios y los sindicalistas. En conclusión: en un contexto de “no hay plata” para obra pública y donde la demanda de infraestructura supera brutalmente a la oferta, ¿por qué no empezar a ver a este sector como una gran oportunidad de negocios y creación de empleos?