Las rutas marítimas del comercio exterior en el Pacífico se convirtieron, hace tiempo, en el principal termómetro que mide la oferta y demanda global de bodega, es decir, del valor de los fletes.

 

 

En un reciente informe, la consultora Xeneta confirmó una presunción: la combinación entre los aranceles estadounidenses a productos chinos, por un lado, y una flota mundial sobredimensionada, por otro lado, está generando oscilaciones abruptas en las tarifas, con el riesgo de que el exceso de buques termine presionando a otras rutas, entre ellas, la Costa Este de América del Sur (ECSA).

Inflexión

El “Día de la Liberación” proclamado por Donald Trump el 2 de abril último marcó un punto de inflexión. La imposición de aranceles elevados a las importaciones chinas desplomó la demanda de fletes y redujo la capacidad semanal en el Transpacífico a 241.000 TEUs en mayo.

Sin embargo, la flexibilización temporal de esas tarifas —un recorte por 90 días anunciado el 12 de mayo— desató un efecto inmediato: la demanda se disparó y las tarifas spot promedio subieron un 75% en solo 24 horas, entre el 31 de mayo y el 1 de junio.

El rebote fue efímero, explica el reporte. Con los inventarios repuestos, las cargas volvieron a desacelerarse y las tarifas retrocedieron hasta los US$ 2274 por FEU (contenedor de 40 pies), lejos del pico de US$ 8023 alcanzado durante la crisis del Mar Rojo y apenas por encima de los US$ 1643 de diciembre de 2023. Xeneta advierte que, si la capacidad actual en la ruta del Transpacífico —337.000 TEUs— no se ajusta y la demanda sigue débil, los precios podrían regresar a niveles precrisis.

 

 

Desbalance

El problema es estructural. Desde 2019, la flota mundial de portacontenedores creció un 45%, frente a un aumento de solo 13% en la demanda. Incluso con desvíos por el Cabo de Buena Esperanza —que alargan rutas y “consumen” capacidad—, el incremento de la demanda medido en TEU-millas apenas llega al 30%.

Las navieras han demostrado su disposición a gestionar la oferta para sostener tarifas, pero ese ajuste implica reasignar buques a otras rutas. Y ahí surge la alerta regional: si la capacidad retirada del Transpacífico se vuelca al Transatlántico o al Lejano Oriente–Costa Este de Sudamérica, el impacto sería inmediato. Más bodega disponible, más competencia… Y una presión a la baja sobre las tarifas que podría alterar la ecuación comercial de exportadores e importadores de la región.

Doble filo

Para el comercio exterior regional, el escenario es de doble filo. Tarifas más bajas podrían aliviar costos logísticos en un contexto de márgenes ajustados, pero un exceso de oferta también podría desestabilizar servicios, modificar escalas y alterar frecuencias.

 

 

En este marco, las proyecciones ya apuntan a que las tarifas contractuales del Transpacífico volverán a los niveles previos a la crisis en los próximos meses. Si eso significa operar a pérdida, no tardará en activarse el recurso más usado de los últimos años: blank sailings masivos y una nueva ronda de reposicionamientos que, esta vez, podría redibujar el mapa de servicios en la región.

Fuente: Trade News

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