La segunda es que buscan diversificar sus relaciones para expandir sus grados de autonomía relativa. La India defiende su política exterior “multidireccional”, e Indonesia se mantiene “activa” en diversificar sus relaciones, y equidistante de EE.UU. y China. Vietnam busca no depender de Rusia, EE.UU. o China, diversificando sus relaciones con Japón, Corea, Asia y Europa. Malasia sigue una estrategia similar, con singular pragmatismo. Todas buscan limitar el poder de las grandes potencias, poder que Raymond Aron definió como “la capacidad de una unidad política de imponer su voluntad sobre las otras.” La tercera es que manejan sus políticas exteriores en forma pragmática y no muy afectada por inclinaciones ideológicas o religiosas. En lo político-ideológico no cuestionan los sistemas adoptados por sus socios comerciales o políticos, e interactúan con gobiernos democráticos como con los “menos cíclicos”. El factor religioso es importante en lo interno, como lo demuestra el hinduismo en la India de Modi, o el islam en Indonesia y Malasia. Pero se busca que este factor no afecte innecesariamente el impacto de su política exterior.

La cuarta es que sus líderes conducen una dinámica y efectiva diplomacia presidencial. Sean veteranos como Modi en India e Ibrahim en Malasia, o novatos como Subianto en Indonesia y To Lam en Vietnam, todos han tenido una agenda colmada de viajes oficiales y visitas de variados jefes de Estado. Además de contactar personal y oficialmente a los líderes de EE.UU. y China. Vemos así enfoques alternativos a la actual política exterior argentina, donde la idea de ser libres/independientes no aparece expresada como objetivo. Diversificar las relaciones para poseer más autonomía relativa tampoco se menciona. Al contrario, el enfoque es alinearse incondicionalmente con EE.UU. –cuyas posturas variaron drásticamente con el gobierno Trump–, sin tener control alguno sobre su accionar. En lo que parece ser contradictorio, un gobierno que dice defender la libertad restringe severamente los grados de libertad de acción de la Argentina en lo internacional.

Asimismo, en un país de mayoría católica, cuna del papa Francisco, y donde se separó al Estado de la religión, la inclinación religiosa personal del Presidente impacta la política exterior, apoyando incondicionalmente a Israel. Esto, sin efectuar un análisis pragmático del impacto económico y político, y sobre el prestigio diplomático de la Argentina. Por último, y a pesar de sus numerosos viajes, el Presidente no se reunió oficialmente con los líderes de EE.UU. o China. Y con la excepción de sus encuentros con Macron y Scholz, sus pocas visitas oficiales están acotadas por su visión ideológico-religiosa, como lo muestran sus viajes a Italia, El Salvador e Israel.

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