Durante los últimos dos años, el sector energético argentino experimentó un cambio estructural en su balanza comercial. Tras un prolongado período de déficit, el mejor desempeño de la producción local, particularmente en gas natural, y la recomposición de las tarifas redujeron la dependencia de importaciones y el peso de los subsidios estatales.
El resultado fue una balanza comercial energética más equilibrada, con un descenso de la necesidad de divisas y una mejora relativa en las cuentas externas. Según estimaciones sectoriales, la reducción de subsidios al gas y la electricidad fue determinante: menos subsidios implican menores importaciones de combustibles líquidos y energía eléctrica, así como una menor presión sobre las reservas internacionales.
De acuerdo con el último informe de la consultora Economía & Energía, dirigida por Nicolás Arceo, entre enero y septiembre de este año el superávit energético alcanzó los U$S 5.368 millones, lo que implica un crecimiento interanual del 45% y representa el 89% del superávit comercial total del país, que fue de U$S 6.030 millones en el mismo período.
El resultado positivo del sector se explica por un aumento del 13% en las exportaciones y una caída del 21% en las importaciones, impulsadas por una mayor producción de crudo y gas natural, junto con menores compras externas de energía.
Este desempeño permitió compensar parcialmente la desaceleración del resto de las exportaciones, afectadas por la baja de los precios internacionales, y consolidó al complejo energético como uno de los principales generadores de divisas de la economía argentina en lo que va del año.
El reporte de Arceo indica que entre 2023 y 2024, los aumentos en las tarifas de electricidad y gas natural se ubicaron por encima del IPC, los salarios y el tipo de cambio, recuperando parte del atraso acumulado. Esa recomposición permitió trasladar mayores costos al usuario final, reduciendo el gasto público destinado a sostener los precios artificialmente bajos del sector.
Sin embargo, desde fines de 2024 la tendencia cambió: los incrementos tarifarios comenzaron a quedar por debajo de la inflación y la devaluación, lo que sugiere una pausa en el proceso de actualización. Si este escenario se consolida, podría afectar la sustentabilidad de la balanza energética al reactivar los subsidios y volver a estimular el consumo de energía importada.
Electricidad: precios aún por debajo de 2019
En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la tarifa media residencial de electricidad, medida en pesos constantes, se mantiene 27% por debajo de 2019, aunque 48% por encima de 2023 y 10% sobre 2024.
En dólares, el aumento es del 9% frente a 2019 y 59% respecto de 2023, lo que refleja que la apreciación cambiaria permitió mantener los valores internos relativamente contenidos. Los incrementos más relevantes provinieron del precio estacional de la energía (costo de generación) y del transporte eléctrico.
Gas natural: impacto directo en subsidios
En el caso del gas natural, la tarifa media nacional en pesos reales se ubica 37% por debajo de 2019, pero 53% por encima de 2023 y 18% sobre 2024. En dólares, los aumentos fueron similares a los de la electricidad.
El principal motor de la suba fue el valor agregado de distribución (VAD), que mejoró los ingresos de las distribuidoras y redujo la necesidad de subsidios fiscales. Este cambio contribuyó directamente a mejorar el balance comercial energético al disminuir importaciones de gas y combustibles líquidos para generación.
Pese a la mejora lograda, la balanza comercial energética continúa en una situación frágil, sujeta a factores externos como el precio internacional del gas y la evolución de la producción local.
A su vez, las tarifas argentinas siguen entre las más bajas de la región, lo que plantea un dilema para la política económica: mantener los precios contenidos para evitar tensiones sociales o continuar la recomposición para consolidar la autosuficiencia y la estabilidad fiscal.
El desafío para este año, según E&E, será sostener el equilibrio energético sin resignar competitividad ni volver a expandir los subsidios que históricamente presionaron sobre las cuentas externas del país.
Fuente: El Economista

