La Argentina es líder en materia de exportaciones de harina y aceite de soja. La cima del negocio no estaría en riesgo por ahora, si bien aparecen señales que empiezan a preocupar
Circula en medios internacionales la convicción de que la Argentina es un país desordenado, con una economía a la deriva y sin un plan siquiera mínimamente coherente para tratar de dar vuelta la situación. Y el temor es que los competidores se le animen allí en los pocos espacios en que aún conserva liderazgo, como sucede en la producción y exportaciones de derivados de soja.
ACSOJA prendió luces amarillas en este tema. No hay urgencias inmediatas, pero tampoco conviene quedarse dormidos. Los desplazamientos majestuosos de Brasil y su apuesta por el agro hacen temer por la suerte de nuestro liderazgo. A decir de una especialista de Ag Rural, la Argentina seguirá dominando este negocio en los próximos años, a menos que su gobierno continúe creando dificultades para la producción y molienda de soja. Por lo demás, aunque el aumento de la producción de soja brasileña proyectado para los próximos años obligará al país a buscar alternativas de utilización, es más probable que el sector cárnico absorba una parte significativa del superávit esperado.
EE. UU. también puede aumentar su participación en las exportaciones mundiales de harina de soja en los próximos años, para drenar el exceso de oferta que podría resultar del mayor uso de su aceite para la generación de diésel renovable. De acuerdo con Daniele Siqueira, lo que podría suceder es la conformación de un entorno más competitivo, con Brasil y EE. UU. exportando más harina de soja, pero con la Argentina manteniéndose como el principal exportador mundial.
De todos modos no deja de ser cierto que ese entorno más competitivo podría llevar a una caída de precios. Habrá que ver hasta qué punto la demanda compensa esa oferta creciente. Por lo demás, nada está escrito en piedra, el agronegocio es dinámico, cambiante, indescifrable muchas veces. Hoy por hoy Brasil no tiene un plan para aumentar la venta de valor agregado con la soja, porque su atención está concentrada en la demanda de poroto por parte de China. ¿Quién puede asegurar que será siempre así?
El socio del Mercosur se ha convertido en una máquina de invertir en el negocio agropecuario, especialmente en plantas de biocombustibles, terminales portuarias, hidrovías y ferrovías, que conectan las zonas de producción con las de despacho de sus granos y derivados al mundo. Respeta al sector y sabe que es clave potenciarlo; nuestro país va en sentido contrario.
La Argentina representa el 41% de las exportaciones mundiales de harina de soja, seguida de Brasil (27%) y EE.UU. (18%). Quienes completan este podio saben que se ha desacelerado el ritmo de molienda argentina en los últimos meses, a lo que se suma la desventaja del cultivo de soja respecto del maíz, que paga menos derechos de exportación. La producción de soja ha disminuido en la Argentina, con un efecto dominó en las exportaciones de harina de soja. Nuestra participación en el negocio global cedió 7 puntos desde 2016/17.
Si hay un retorno a un aumento gradual en la mezcla de biodiesel, como se espera, y si Brasil sigue a los EE. UU. y comienza a producir diesel renovable, las exportaciones de aceite de soja del socio del Mercosur caerán, como sucedió hasta 2020 debido al mandato del biodiesel. Con Brasil y EE. UU. concentrados en satisfacer su demanda interna de biocombustibles, es probable que Argentina aumente su participación en las exportaciones mundiales de aceite de soja, que alguna vez fue del 57 % y actualmente es del 44 %.
Es cierto que no se mejora lo que no se valora. Los políticos argentinos aún no entienden la importancia de ponerle fichas al agro. Vamos a la buena de Dios sostenidos por la eficiencia del productor y su voluntad de progreso. Demasiado se ha logrado a pesar del contexto.