La empresa argentina SAESA, con una amplia trayectoria en la comercialización de gas y electricidad, ha dado un paso clave hacia la transición energética. En un movimiento innovador, ha concretado exportaciones de “bioenergéticos”, productos de base biológica destinados a la generación de energía renovable. Esta iniciativa no solo abre nuevas oportunidades para la compañía, sino que también posiciona al agro argentino como un actor clave en la descarbonización global.
Marcos Renard, responsable de la nueva oficina de SAESA en España, explicó que la demanda de bioenergías está en franco crecimiento. “Las nuevas plantas en Europa necesitan abastecerse con feedstocks para cumplir con las metas de descarbonización establecidas por la Directiva de Energías Renovables (RED II) de cara al 2030”, afirmó. Entre los combustibles sostenibles que están ganando terreno se encuentran el SAF (combustible de aviación sostenible), el HVO (diésel renovable) y el hidrógeno verde.
Uno de los productos principales en esta exportación es el UCO (Used Cooking Oil), es decir, aceite de cocina usado. Este subproducto, ampliamente recolectado en Europa, comienza a consolidarse también en Argentina. Empresas especializadas en recuperación de aceites recolectan estos residuos de cadenas gastronómicas y hoteleras, filtrándolos y refinándolos para su reutilización en la producción de biocombustibles.
La exportación de SAESA incluye también el aceite técnico de maíz (Technical Corn Oil, TCO), un subproducto del bioetanol. En este proceso industrial, se generan aceites descartados que pueden ser valorizados para la producción de energía limpia. La empresa envió recientemente 100 toneladas de estos insumos a Chile y otras 400 toneladas a España y Portugal, demostrando la creciente demanda internacional de estas materias primas.
Los feedstocks de segunda generación, como las oleínas de aceite vegetal y el TCO, son altamente valorados por su carácter sustentable. Se trata de insumos no alimentarios provenientes de residuos agrícolas, forestales o industriales, alineados con los objetivos globales de reducción de emisiones de carbono y de transición hacia energías limpias.
Uno de los debates en torno a estos biocombustibles es si Argentina debería procesarlos en el país en lugar de exportarlos. Recientemente, se anunció la apertura de la primera planta de SAF en el país, lo que podría ser el inicio de una tendencia hacia la industrialización local de estos residuos. La posibilidad de generar mayor valor agregado podría potenciar aún más el rol del país en el mercado global de energías renovables.
SAESA, con más de 16 años en el rubro energético, ha expandido recientemente su actividad con la creación de una filial en España. Su objetivo es explorar nuevas oportunidades en biocombustibles y biomasa, que también es utilizada para la generación de energía térmica en plantas industriales.
En Europa, la transición hacia energías limpias es una realidad tangible. Empresas como Cepsa y Repsol han reorientado su estrategia hacia la sustentabilidad, invirtiendo en plantas para procesar biocombustibles. Además, la regulación europea impulsa con metas ambiciosas la reducción de combustibles fósiles: para 2030, se espera recortar su uso en un 50% en determinados sectores.
A diferencia de este escenario, Argentina enfrenta desafíos regulatorios que frenan el desarrollo pleno de los biocombustibles. Las constantes modificaciones en las políticas energéticas dificultan la inversión a largo plazo en el sector. Sin embargo, el potencial del país como proveedor de feedstocks sustentables es indiscutible.
El mercado global de bioenergías está en plena expansión y Argentina tiene la posibilidad de convertirse en un actor clave. La reciente exportación de SAESA es una demostración de que el agro argentino puede ser mucho más que un productor de alimentos: también puede liderar la revolución de las energías renovables.
Fuente: InfoEnergía