Es la mejor relación entre el valor de lo que se exporta y lo que se importa que se tenga registro. Sin embargo, por la mala situación macroeconómica, el Gobierno no puede atrapar los dólares que le permitirían alejarse de la crisis
El Presidente Alberto Fernández entrará en los libros de historia económica argentina. Podría ser por varios motivos. Pero elegiremos uno que es un hecho estadístico y por lo tanto indiscutible. Durante su mandato se ha registrado un hecho trascendental. Ocurre que en estos momentos el país atraviesa por una instancia que habrían envidiado todos los que antecedieron a Fernández en la presidencia: Argentina observa los mejores términos de intercambio desde que se tienen registro.
Se trata de la relación más favorable para el país entre el valor de lo que se exporta y el valor de lo que se importa. El índice que desde 1986 elabora el INDEC llegó en mayo a 166, la cifra más alta de toda la serie. Es récord para el registro de 36 años que informan las estadísticas públicas pero también el más alto desde 1810, según la serie histórica que elaboró el economista Orlando Ferreres en su consultora (ver infografía).
Para llegar al punto máximo fue determinante, desde ya, la fuerte escalada de los precios de las materias primas agrícolas, producto de varias razones: la creciente y sostenida demanda global de proteínas, acompañada por las políticas monetarias laxas a las que apelaron los países para salir lo antes posible de la recesión provocada por la pandemia y, desde febrero, por el impacto que está teniendo sobre el mercado mundial de materias primas la invasión Rusa a Ucrania.
De todos esos factores, dos hoy están en discusión. La política monetaria de Estados Unidos se está endureciendo y eso puede impactar sobre los precios agrícolas, que suelen moverse a la inversa del valor del dólar. El final de la guerra en Europa es una incógnita. Esto quiere decir que tal vez estemos viendo el pico en lo que refiere a términos de intercambio y en poco tiempo comience un descenso.
La paradoja de este momento único para la Argentina es que encuentra al país con todas las variables macroeconómicas dislocadas. Mercado cambiario dual con cepo y brecha cambiaria, trabas a la importación y retenciones a la exportación, inflación desbocada, déficit fiscal que no tiene miras de cerrarse y trabas de todo tipo para la inversión y la producción.
Conclusión: es posible que este año cierre con exportaciones cercanas a los 90.000 millones de dólares -otro récord histórico- pero se tratará de un logro agridulce: muy pocos de esos dólares pasarán a engrosar las exiguas reservas del Banco Central, porque el potencial superávit comercial se está yendo por las importaciones, sobre todo por el gasto en la compra de energía, que el país no logra producir o, por lo menos, entubar por falta de infraestructura.
No todas son pálidas. Gracias al boom de exportaciones el Gobierno pudo mantener altos los ingresos fiscales -vía retenciones- y eso le evitó un estallido cambiario que se hubiera producido si los términos de intercambio hubieran sido más bajos que los actuales. Un ejemplo: cuando el ex presidente Fernando de la Rúa se fue anticipadamente de la Casa Rosada el índice de términos de intercambio -que hoy están en 166- estaba en apenas 90. De la Rúa se fue a fines de 2001, el boom de la soja empezó unos meses después, en 2002. Lo aprovecharon los que vinieron.
Desde ya, y como lo puede comprobar este Gobierno, los términos de intercambio favorables no garantizan la felicidad, pero si este escenario hubiera encontrado a la Argentina con su macroeconomía ordenada, hoy tal vez Alberto Fernández estaría convencido, y con razón, de que “hay 2023”. El récord anterior en la serie es de 163 puntos y se dio en 2012. En 2011 fue de 157 puntos. Ese año Cristina arrasó en las presidenciales con el 54% de los votos.
Días atrás, en el canal TN, el economista Miguel Broda habló de esto.
“No recuerdo haber hecho un ejercicio en el que con estos términos de intercambio nos pudiera ir tan mal. El problema es que hoy tenemos un programa económico extravagante.El Banco Central no acumula reservas, el PBI per cápita es 15% más chico que en 2011. Parecería imposible, pero es difícil que aun buscando los malos resultados tengamos estos resultados. Aun en el contexto de estos términos de intercambio. La verdad que en 2023, en términos económicos, puede pasar cualquier cosa”.
Francisco Ballester, de la consultora económica Mindy -creada por el ex titular del BCRA Guido Sandleris- señaló ante la consulta de Clarín que los términos de intercambio están hoy 22% por arriba del promedio de los últimos 20 años.
“Si miramos el último gran ciclo de suba de commodities, que fue de 2002 a 2012, lo que hizo el Gobierno de turno (Néstor y Cristina Kirchner) fue aumentar una barbaridad el gasto público. Entró mucho dinero pero se lo gastaron todo. Hoy estamos en un escenario similar pero el país está mucho más vulnerable, porque el Gobierno no tiene capacidad para aumentar el gasto y tampoco lo puede financiar con recaudación o con deuda. Lo único bueno de esta coyuntura extraordinaria es que sirvió para evitar una gran crisis cambiaria. El ingreso inesperado de divisas salvó al Gobierno de un gran ajuste. Por eso habrá que prepararse para cuando los precios vuelvan a la media histórica. Ese día habrá que hacer un ajuste y el tipo de cambio real deberá ser más alto. Un escenario traumático.”
El economista Andrés Borenstein hace una lectura histórica de lo que significa para un país atravesar un contexto de términos de intercambio muy favorable. “Cuando a los países les pasa esto, que tranquilamente se lo podría considerar un “golpe de suerte”, atraviesan ciertas dificultades, por cierto opuestas a las que tenemos acá. Cuando ese golpe de suerte llega, los países nadan en dólares, lo contrario a lo que pasa acá, donde tenemos que convivir con un cepo cambiario y la brecha con el paralelo salta al 100%. En la teoría económica al fenómeno de la superabundancia de dólares se le llama “enfermedad holandesa”. Esto viene de los años ‘60, cuando Holanda descubre yacimientos de gas y eso provoca un fuerte ingreso de divisas que depreció su moneda -el florín- complicando al resto de las industrias que no estaban vinculadas al gas. Otro tanto le pasó en su momento a Venezuela. Argentina hoy podría disfrutar de ese influjo de dólares, se podría apreciar el peso y por lo tanto los salarios en dólares serían mucho más altos que los actuales.”
Si algo queda claro es que Argentina vuelve a romper los manuales de economía. El país cuyo PBI se desplomó en el siglo XX sin haber sufrido una guerra civil, sigue siendo inclasificable para los académicos y hoy marca un nuevo hito. Debería estar disfrutando el momento pero de lo único que se habla es de la insoportable incertidumbre que provoca esta crisis.