La Unión Europea (de 27 miembros), que representa casi 20% de la economía planetaria, cuenta con unos 450 millones de habitantes (con 60.000 dólares de ingresos per cápita) y genera fuera de sus fronteras 15% del comercio internacional de bienes y 22% del de servicios. El Mercosur, de solo 4 miembros plenos (uno más está suspendido mientras marchamos en el proceso de incorporación plena de uno adicional) cuenta con 260 millones de habitantes (y un PBI per cápita de unos 10.000 dólares) y es en términos globales mucho más débil en esta materia -y solo genera 1,5% del comercio internacional total-. Pues esa asimetría entre la dimensión de ambos fortalece para el Mercosur el valor del acuerdo.

Para el bloque sudamericano supone una modificación de raíz: puede dejar de ser la región de escasa vinculación comercial externa que hoy es: el Mercosur tiene un ratio “comercio internacional /PBI” de menos de 30%, lo que representa un porcentaje muy inferior al 47% del total de Latinoamérica y del 58% mundial. Y, más aún, del 86% de la Unión Europea. Hasta hoy el bloque ha sido un mero pacto endocéntrico y poco aperturista hacia el resto de la economía mundial.

Se estima que este acuerdo podría generar un incremento del comercio entre ambos de hasta 50%. Y que podría incrementarse la inversión extranjera europea en Sudamérica, dada la propensión europea en la materia: 25% del stock total de inversión extranjera en el mundo proviene de empresas europeas.

El pacto prevé que -gradualmente y en algunos casos con plazos no menores- la UE eliminará aranceles para el 92% de las exportaciones provenientes desde el Mercosur (la mayoría, inmediatamente; y una minoría con plazo diferido) y para el resto prevé ingresos desgravados solo para cuotas. El Mercosur, en tanto, elimina aranceles para 91% de sus importaciones desde la Unión Europea (la mayoría de manera gradual y en tiempo diferido) y deja excluidos de esos beneficios al 9% restante (por considerarlos productos sensibles). Además, se remueven obstáculos para el comercio de servicios entre ambos, se permite a empresas sudamericanas participar de compras públicas en igualdad de condiciones y se profundiza el compromiso de facilitación de comercio eliminando complejidades burocráticas (pactado en la OMC).

Este pacto cambia la matriz del Mercosur y lo internacionaliza. Los tratados de libre comercio (como este) siguen siendo firmados en buena cantidad en el mundo. Desde el comienzo de la pandemia hasta hoy se firmaron 69 nuevos tratados. En total hay hoy (según la OMC) vigentes en el planeta 373 (en los últimos 10 años se celebraron 110 y en los últimos 20 se firmaron 251).

Así, este pacto incorpora al Mercosur al lote de países sudamericanos que promueven la apertura recíproca (al que ya pertenecen otros en Latinoamérica) y consolida a la UE como un activo partícipe de la integración a través de normas supranacionales equilibradas. En plena crisis de las instituciones comerciales supranacionales del siglo XX, así, se ha agregado un eslabón y más actores del lado de los que crean espacios integrados.

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