Analistas consideran que todavía hay tiempo y valoran las ventajas del acuerdo, más allá de la baja de aranceles. Pero el escenario se complicó por protestas en Europa y el recambio de autoridades en Bruselas.
“El panorama en Europa se complicó con las protestas en Francia y otros países, pero todavía hay una ventana de oportunidad, aunque no hay que olvidar que en junio se elige una nueva conducción de la Comisión Europea y esto también complicó un poco”, le dijo a Forbes Dante Sica, exministro de Producción y Trabajo y socio fundador de Abeceb.
Sica, que fue uno de los negociadores en representación del Mercosur del acuerdo firmado en Bruselas en junio de 2019, se manifiesta optimista y asegura que es un “acuerdo ganar-ganar”, donde ambas partes obtienen beneficios. Entre los sectores ganadores menciona a las cadenas agroalimentaria, energética, la minería y los servicios basados en el conocimiento (SBC).
Tras cuestionar al gobierno de Alberto Fernández porque “perdió cuatro años preciosos, con una política muy oscilante”, Sica explicó que “éste no es un acuerdo de comercio sino de inversiones, en un contexto internacional muy complejo”.
“El acuerdo UE-Mercosur está en una etapa de alta incertidumbre en su evolución, porque claramente en Europa aparece el tema de las protestas agrícolas”, en momentos en que en el Mercosur “hay algo más de vocación para ir adelante”, destaca Marcelo Elizondo, especialista en inversión y negocios internacionales y presidente de la Cámara Internacional de Comercio (ICC) para América Latina.
Pero para Elizondo la cuestión excede el acuerdo de la UE con el Mercosur. En su opinión, si Europa quiere competir tendrá que ser un poco menos burocratizada. “En Europa empieza una campaña electoral y lo que está en discusión es el avance de las autoridades comunitarias en Bruselas, en términos regulatorios, tributarios, burocráticos, y creo que realmente eso puede hacer peligrar el pacto Mercosur-Unión Europea”, evaluó Elizondo.
El factor interno
En este contexto, un aspecto clave es que la economía argentina tiene todo un catálogo de inconsistencias, que impactan en la competitividad de las empresas cuando deciden salir al mundo. Parte de esto es lo que busca cambiar el Gobierno con la desregulación de la economía, pero ésa es otra discusión y no es tan sencillo hacerlo.
“Hoy los aranceles no son un problema, para los sectores no agropecuarios los aranceles son bajos y podemos exportar. El problema para entrar en las cadenas de valor es de competitividad”, explica Fernando Landa, presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA).
Del otro lado del Atlántico, la menor competitividad del sector agropecuario en relación al sudamericano, se traduce en reclamos de mayor protección y trabas al ingreso de productos primarios e industrializados del Mercosur, a los que se les endilga no cumplir con los mismos estándares que se les reclaman a los europeos.
El nudo de la cuestión y tal vez un punto ciego, son las nuevas demandas ambientales que hoy traban el acuerdo entre los bloques. Desde el Mercosur hay optimismo en que finalmente el acuerdo se alcanzará.
La “zanahoria” para los países sudamericanos es grande, no sólo por el volumen que podría alcanzar el comercio, sino porque podría contribuir, en cierta manera, a reducir el gap que separa a las economías desarrolladas de las emergentes.
Los analistas coinciden en que más que un acuerdo de comercio es de inversiones, lo que posicionaría al Mercosur como un jugador con un hándicap reconocido para jugar en las grandes ligas. Es decir, hay mucho en juego.
Inversiones y tecnología
Landa, que también co-preside el Grupo de Comercio e Inversión del B20, la pata empresarial privada del G20, sostiene que el acuerdo UE-Mercosur todavía es posible y “el tema es maximizar los beneficios del acuerdo”.
En ese sentido, detalló que más allá del aspecto comercial, el acuerdo “tiene una dimensión no menor y es el flujo de inversiones y el acceso a tecnologías”, para los países del bloque sudamericano.
El acuerdo global alcanzado en junio de 2019 en Bruselas está firmado y por el momento no se cae, pero claramente algo no anda bien. Las nuevas demandas de los europeos en torno al capítulo ambiental, llevó a que desde hace dos años se esté discutiendo si se incorpora una adenda al documento original. Abrir la discusión para incluir nuevas cláusulas sería volver a fojas cero. Y ninguna de las dos partes quiere eso.
Pero la cuestión ambiental tampoco es sencilla. Detrás de eso hay un interés proteccionista por parte de los países europeos. Es lo que se conoce como Pacto Verde, con medidas como el Ajuste de Carbono Verde en Frontera, que busca aplicar en Europa un arancel para compensar la diferencia de emisión entre los bloques, o que no se permita más emisión en el país exportador.
Marisa Bircher, exsecretaria de Comercio Exterior y especialista en comercio internacional, explica que la competitividad global del sector privado argentino está cada vez más limitada. “Además de los desafíos macroeconómicos internos, urgen acuerdos comerciales que le permitan a nuestro país mejorar su inserción internacional”, explicó.
Para Bircher “ya no alcanza con bajar aranceles” y es a través del acuerdo donde se pueden “consolidar otros pilares como la cooperación, el desarrollo de inversiones y la mejora en las instituciones que intervienen en el comercio exterior”.
Ante una política ambiental de la UE que pivotea en el Pacto Verde, “la clave es negociar de manera equilibrada, sin tocar extremos que atentan con el desarrollo natural productivo”, recomienda Marisa Bircher destacando que el Mercosur tiene una “agenda ambiental presente desde hace tiempo y no por consecuencia de este acuerdo”.
Fuente: Forbes Argentina