Entre el 12 y el 15 de junio se celebrará en Ginebra, Suiza, la 12ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC)
Uno de los mayores logros de la OMC fue la constitución del Órgano de Solución de Diferencias del cual depende el Órgano de Apelación para resolver las disputas comerciales. El conflicto entre el presidente de EE.UU. Donald Trump y el gobierno de China llevó a que no se nombren los nuevos árbitros en lugar de aquellos cuyos mandatos vencían entre 2016 y 2019, desactivando el mecanismo de resolución de diferencias desde diciembre de 2019. En abril de 2020 la Unión Europea, China y otros países acordaron un Procedimiento Arbitral Multipartito de Apelación Provisional que repuso un mecanismo de solución de diferencias al cual hoy adhieren el bloque europeo y otros 24 países, pero no así el resto del mundo (incluyendo EE. UU.).
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Una decisión constructiva del presidente Biden sería la de adherir a dicho Arreglo Interino e iniciar negociaciones para reponer el mecanismo anterior de solución de diferencias o uno alternativo. Sin embargo, su política comercial no se diferencia demasiado del proteccionismo de Donald Trump, y la invasión rusa a Ucrania ha reavivado el sesgo hacia acuerdos preferenciales. La titular del Tesoro Janet Yellen sostuvo el pasado 13 de abril que el objetivo de la Casa Blanca debe ser el comercio libre pero seguro, privilegiando el “friend-shoring”. Esto es, formar cadenas de suministro y estándares digitales con países amigos para mantener flujos de comercio sólo con países no alineados con China y Rusia. EE.UU. cerraría acuerdos preferenciales con sus aliados incondicionales, y aplicará boicots y represalias discrecionales a los amigos de China y Rusia. En ese caso el mecanismo multilateral de disputas de la OMC continuaría desactivado. Ya en la última reunión del Órgano de Solución de Diferencias del pasado 27 de abril EE. UU. se mostró en contra de iniciar el nombramiento de nuevos miembros para el Órgano de Apelación.
Mientras tanto los meses pasan, y parece aumentar el riesgo de caer desde la actual “globalización administrada” a un comercio mundial limitado, dentro de bloques de países enfrentados. Esto quedará más en claro a partir de la próxima reunión de la OMC, cuyos resultados dependerán de las decisiones de los tres grandes actores globales: a) EE. UU., que lejos está de abandonar el proteccionismo selectivo de Trump, b) China, cuyo desarrollo armamentista y ejercicios militares son vistos como una amenaza por varios países; y c) Rusia, que está evaluando diversas opciones, desde denunciarlas ante la OMC las sanciones aplicadas por la Unión Europea y EE. UU., hasta abandonar el organismo.
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Una desglobalización puede tener serias consecuencias. En un reciente artículo en el blog del FMI, de Kristalina Georgieva, Gita Gopinath y Ceyla Pazarbasioglu advirtieron lo siguiente: a) en 2019 sólo la incertidumbre sobre las políticas comerciales (Brexit y la tensión entre China y EE.UU.) implicó una pérdida de casi 1% de PBI mundial, b) la guerra en Ucrania llevó a que casi 30 países apliquen restricciones al comercio internacional en alimentos, combustibles y otras commodities, c) la configuración de cadenas de suministro selectivas perjudicarán a los países menos desarrollados que tendrán más dificultades para comerciar y acceder a tecnología y capital del exterior. Para varios de ellos podría implicar pérdidas de hasta 5% de su PBI.
Todo indica hasta ahora que no hay mucho por esperar de la próxima reunión de la OMC, pero quizás empiece a quedar más claro el rumbo próximo del comercio internacional. Si el mundo se encamina hacia el fortalecimiento del comercio multilateral y de las instituciones para sostenerlo, o hacia una desglobalización conflictiva e inequívocamente empobrecedora.
* Héctor Rubini. Universidad del Salvador (Diario de San Juan)