Los empresarios del sector del comercio exterior sostienen que en Argentina no está prohibido importar alimentos. Las normas sanitarias son exigentes. Reunión de Lavigne con Copal
Reunión con COPAL
El presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), Daniel Funes de Rioja, mantuvo una reunión con Lavigne en el Palacio de Hacienda. Funes de Rioja le reclamó al funcionario por las modalidad elegida por el gobierno para facilitar el ingreso de productos de consumo masivo, que es la de autorizar el pago de las importaciones a 30 días.
Los empresarios plantearon que existe un desbalance en el tratamiento para las empresas argentinas, que para importar insumos, y en algunos casos materias primas que no se elaboran en el país, tienen que pagar en cuatro cuotas, generando costos financieros.
La respuesta de Lavigne es que por ahora se va a seguir adelante con esta modalidad, sin descartar que en el futuro se pudieran igualar las condiciones. Pero en principio, se supone que la decisión de incrementar la oferta de productos vía importación sería más bien coyuntural.
En Argentina no está cerrada la importación de alimentos
Una fuente empresaria señaló que Argentina “no tiene cerrada la importación” de alimentos. Para ello se debe tener la aprobación del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y la mercadería tiene que cumplir con todos los requisitos, hasta los octógonos negros que obliga la ley que obliga a informar al consumidor sobre los ingredientes.
Económicamente es muy difícil que una empresa o una persona pretenda anotarse en el registro de operadores de comercio exterior para dedicarse a importar productos de consumo masivos listos para el consumo. Es por ello que entre los empresarios se piensa que la medida está armada a la medida de los reclamos de los supermercados.
De hecho, estos ya son importadores de alimentos y bienes de la canasta básica que completan su oferta de hasta 10.000 artículos, los cuales es evidente que no se producen todos en el país. Incluso, algunos analistas consideran que debido a que los supermercados solo tienen un 30% de la comercialización minorista, el impacto de una rebaja de precios sobre la inflación es muy limitado.