La industria textil argentina atraviesa uno de sus peores momentos en la última década. Según la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), la producción del sector cayó un 10,1 % interanual en julio, en un contexto donde la industria en general retrocedió apenas 1,1 %. La utilización de la capacidad instalada se desplomó al 44,4 %, reflejando el freno de la actividad y la pérdida de competitividad frente a los productos importados.
El principal factor detrás de la crisis es la apertura de importaciones. Solo en el último año, las compras externas de confecciones y prendas crecieron más de 250 % en cantidad y cerca de 100 % en valor. A esto se suma la expansión de plataformas internacionales como Shein y Temu, que ingresan productos al país con menores cargas fiscales y sin los mismos requisitos regulatorios que enfrenta la industria local.
El impacto laboral es alarmante: entre diciembre de 2023 y junio de 2025, se perdieron más de 11.000 puestos de trabajo en los rubros textil, confección, cuero y calzado. Solo en el primer trimestre del año, el sector contaba con 98.153 empleos formales, unos 4.400 menos que el año anterior. A la par, se estima que casi 400 empresas cerraron sus puertas ante la imposibilidad de competir con los precios de la importación.
Los precios internos del rubro también se mantienen rezagados. Mientras la inflación general avanzó 33,5 % interanual, el Índice de Precios Textiles solo creció 24,4 %. Esta brecha, sumada al encarecimiento de insumos y energía, deja márgenes cada vez más estrechos y desalienta la inversión.
Desde las cámaras empresariales advierten que, sin una política que proteja la producción nacional y regule el ingreso de productos del exterior, la cadena textil podría perder buena parte de su capacidad instalada. El sector, históricamente generador de empleo en todo el país, reclama medidas urgentes para evitar que la apertura comercial derive en un proceso irreversible de desindustrialización.
Fuente: Pausa