El Gobierno dio un giro discursivo al asegurar ahora que la economía puede crecer bajo restricciones cambiarias. Los datos económicos ofrecen una perspectiva distinta
Un cambio de discurso y de estrategia
En 2015, antes de asumir la presidencia, Javier Milei había dejado en claro que levantar el cepo era esencial para restaurar el funcionamiento normal de la economía. El entonces proponía, entre otras medidas, la emisión de un bono en dólares para absorber el exceso de pesos. No obstante, el mensaje ha ido evolucionando con el tiempo. Aunque no se ha descartado la necesidad de eliminar el cepo, el gobierno ha modificado las condiciones necesarias para su levantamiento, enfocándose principalmente en la reducción del excedente de pesos.
Dicha demanda de dinero ha crecido, principalmente como respuesta a la convalidación de la suba de precios. La base monetaria ha aumentado un 127% en el último año, mientras que la inflación acumulada ronda el 115%. Con la desaceleración de la inflación la cantidad de pesos necesaria para transacciones también crecerá en forma moderada.
Un futuro incierto
Eliminar las restricciones cambiarias implica mucho más que liberar el precio del dólar. Requiere una transformación profunda en la política monetaria. Para empezar, no se podrá mantener una tasa de interés real negativa, como la actual. Además, la política de endeudamiento también deberá cambiar, ya que renovar la deuda en pesos será más complicado sin un mercado de bonos tan favorable.
Los bonos en moneda local, que han sido un destino obligado en tiempos de restricciones, perderán su atractivo a medida que el mercado cambiario se liberalice. La eliminación del cepo también traerá consigo la posibilidad de una depreciación del peso, lo que podría generar inestabilidad financiera y la necesidad de una política de tasas más agresiva.
El riesgo de un salto cambiario es real, y los costos asociados a una salida desordenada del cepo solo aumentan con el tiempo. Si el gobierno insiste en que la condición fundamental para eliminar el cepo es que no exista ningún exceso de pesos, el horizonte para lograr esa estabilidad parece lejano.
Corregir los desequilibrios monetarios o minimizar los riesgos para normalizar la política cambiaria es, sin duda, una medida adecuada. Sin embargo, pretender que el riesgo cambiario se reduzca a cero puede ser una estrategia que resulte excesivamente costosa a largo plazo. Mientras se espera esa situación ideal, la política actual de crawling peg del 2% mensual se queda corta frente a una inflación que supera ampliamente ese porcentaje, agravando el retraso del dólar oficial. Hace un año, el tipo de cambio oficial se encontraba en $365,50, y con una inflación interanual del 218,8%, hoy debería estar en torno a $1.165. Para alcanzar el mismo nivel de atraso cambiario que en octubre de 2023, el dólar oficial tendría que subir un 17% adicional.
Aun así, tal vez debamos pensar en un escenario económico donde el cepo nos acompañe, si no es todo, por lo menos gran parte del gobierno de Javier Milei.
Por Christian Buteler (Ámbito)