Exportar más y mejor es una de las metas del Gobierno, pero para que esto suceda hay que adaptar los productos y servicios de la Argentina a un comercio cada vez más sofisticado
Nos encaminamos a cumplir el primer cuarto del siglo XXI. Pues conviene concluir que el comercio internacional ya está afectado por ocho grandes nuevas referencias
Ellas son:
a) La revolución tecnológica, que está llevando a los datos, el conocimiento y la información al lugar de mayores insumos en la generación de valor transfronterizo.
b) El acelerado liderazgo constructivo de innovativas empresas globales, creando nuevas realidades y no solo “mejorando productos”, como advertía Clayton Christensen.
c) La transformación de los modelos organizacionales productivos de esas empresas en abiertos y horizontalizados.
d) La consecuente conformación (traccionados por aquellas) de nuevos ecosistemas de interacción productivo-comercial que modifican las tradicionales cadenas de valor y llegan a conformar soluciones transformadoras (como la nueva “platform-economy”, que son espacios que en ocasiones llegan a ser auténticos ámbitos públicos no gubernamentales).
e) La modificación sustantiva de las bases del consumo en el planeta (producida por la nueva etapa de “globalización interpersonal”, que supone una revolución sociológica y modifica de raíz a los modelos de marketing -incluyendo la irrupción de la “economía de la atención” y la nano-economía).
f) La mayor incidencia de la geopolítica en los mercados (que alienta los negocios entre los países, regiones y mercados más afines; y los desalienta entre los menos amigos).
g) La consecuente heterogeneización económica mundial (con nuevas diferencias en la dinámica -cuantitativa y cualitativa- económica según regiones y países).
h) Los (vinculados con estas últimas) incrementales y exigencias de calidad surgidos de requisitos en materia climática, social, reputacional empresarial, de información y de seguridad.
Ninguna de estas variables opera sola y todas se relacionan entre sí. No es posible comprender el nuevo mundo de los negocios internacionales sin una perspectiva sistémica.
Así, la revolución verde es tecnológica (green-dig-tech) y está traccionada por nuevos consumidores (nueva sociología) en los países más desarrollados (que amplían sus diferencias con otros mercados menos exigentes y sofisticados). Y ello lleva a políticas regulativas gubernamentales disimiles (más intensas en algunos mercados, menos en otros), las que -a la vez- influyen en varias exigencias de calidad (no solo gubernamentales sino muchas veces empresariales) que implementan las empresas disruptivas y tecnologizadas (que, a la vez, crean sus propias geo-políticas productivo-comerciales privadas), lo que luego se extiende como requisito a las demás empresas que pretenden vincularse con aquellas.
Y todo esto, a la vez, ocurre sobre un creciente movimiento de apertura entre países amigables y de obstáculos entre países enfrentados (que, en muchos casos, se manifiesta a través de regulaciones comerciales basadas en criterios de seguridad estratégica y defensa). Esto último queda evidenciado en el reciente “Global Trade December 2023″ de la Unctad que exhibe (además de mostrar un muy bajo crecimiento en volúmenes del comercio internacional en el planeta en 2023) que entre el inicio de 2022 y el fin de 2023 el comercio transfronterizo entre los países alineados geopolíticamente (”geopolitically close”) creció 6,5% mientras el comercio entre los que se enfrentan (“geopolitically distant”) decreció 4,5%.
Pues bien: la Argentina pretende multiplicar sus exportaciones. Entonces, tanto los gobiernos (nacional y provinciales) como las empresas y sus asociaciones (cámaras y agrupaciones formadas entre ellas) están llamadas, para lograrlo, a una revolución de calidad antes que a una mera suma en cantidad.
Director de la Maestría en Dirección Estratégica Tecnológica del ITBA; Chairman de la International Chamber of Commerce (ICC) en la Argentina