La complejidad reinante se explica por el número creciente de protagonistas relevantes y por las diversidades que lo caracterizan en todos los planos
El sistema internacional global se está volviendo cada vez más complejo y difícil de entender. Más complejo por el número creciente de protagonistas relevantes y por las diversidades que lo caracterizan en todos los planos. Y difícil de entender con categorías y conceptos provenientes de otras épocas. Combinar en un mismo análisis las tres dimensiones principales que inciden en las relaciones internacionales (no son las únicas) -la política centrada en el factor del poder, la económica centrada en el mercado, la producción y la inversión, y la cultural centrada en valores, costumbres y conocimientos-, resulta cada vez más complejo y no conduce necesariamente a entender las realidades y menos aún, a predecir futuros posibles.
Hemos pasado de una etapa del sistema internacional con tendencias a la bipolaridad –el que surgió de la segunda guerra mundial-, a una en que se están tornando cada vez más notorias las tendencias a una multipolaridad, en la que varias potencias se auto-perciben como potencialmente dominantes del resto. La guerra en Ucrania, entre otros múltiples factores, está poniendo en evidencia una nueva realidad.
Asia es una región donde la tendencia a la multipolaridad parecería ser más evidente. Son varias las potencias que tienen una participación creciente en las relaciones internacionales determinadas por el poder relativo proveniente de la combinación de diversos factores (político, económico y cultural). Ello se está tornando ahora más evidente en el papel que en muchos planos tiene India.
¿Cómo se inserta nuestra región -especialmente Sudamérica- en un sistema internacional global cada vez más complejo y difícil de entender? Dijimos en nuestra anterior nota en este Suplemento, que tres cualidades la valorizan en el actual contexto global. Ellas son: ser una “zona de paz”, en términos de la exclusión voluntaria y deliberada de armas nucleares; ser una región “mestiza”, especialmente por la combinación de factores culturales y étnicos que la caracterizan en el contexto global, y, sobre todo, ser una región de diversidad de ventajas competitivas dada su capacidad para producir bienes y servicios con creciente valor en el plano global, especialmente y entre otros, alimentos inteligentes, recursos naturales, energía, minerales, e incluso para encarar los desafíos del cambio climático.
Tratar de entender la realidad internacional global en la perspectiva de una región como la sudamericana, es hoy una tarea necesaria para nuestros países. Requiere de un esfuerzo permanente, ya que cuando se cree haber entendido las realidades, la dinámica de los cambios que se producen, implican la necesidad de repensar los diagnósticos y las propuestas de acción. Requiere además de una capacidad de concertación y de generar entre los principales protagonistas flexibilidad para acordar los métodos del trabajo conjunto que se empleen. Métodos y categorías provenientes del pasado a veces pueden volverse obsoletos.
Las demandas de trabajo conjunto entre naciones de una misma región pueden resolverse sin necesidad de crear nuevas instituciones. Puede ser suficiente la utilización inteligente de las existentes, que muchas veces han sido subutilizadas en sus instrumentos operativos. Como hemos señalado antes, la ALADI es un ejemplo al respecto. No es el único.